El presidente de Estados Unidos Donald Trump acaba de encender una nueva chispa en el tablero internacional al anunciar que su ofensiva contra el narcotráfico entrará en fase terrestre, con Venezuela como punto focal.
Tras semanas de operaciones navales en el Caribe, que incluyeron el despliegue de buques de guerra, submarinos nucleares y cazas F-35 en Puerto Rico, ahora el objetivo se traslada a las rutas por tierra que alimentan el tráfico de drogas hacia el norte.
Durante un discurso en la Casa Blanca, Trump declaró que “los barcos ya no son un problema” y que la atención se concentrará directamente en los cárteles que operan desde territorio venezolano.
Según fuentes del Pentágono, una de las opciones en estudio es el uso de drones armados para neutralizar laboratorios y líderes criminales, aunque aún falta la autorización final.
El anuncio provocó una reacción inmediata de Nicolás Maduro, quien activó un “estado de conmoción exterior”, medida que le otorga poderes extraordinarios en caso de amenazas externas.
Esto le permitiría movilizar tropas, tomar control de servicios estratégicos y restringir derechos, algo que organizaciones civiles califican como un movimiento para reforzar su poder interno más que para defender al país.
La Habana no tardó en pronunciarse. Cuba expresó apoyo político a su aliado histórico, pero descartó cualquier implicación militar: “Cuba no irá a la guerra con Estados Unidos”, aseguró el vicecanciller Carlos Fernández de Cossío en la ONU.
El mensaje deja claro que, pese a la alianza de décadas, La Habana no está dispuesta a arrastrarse a un conflicto directo.
Analistas advierten que un eventual ataque con drones dentro de Venezuela no solo elevaría la tensión en la región, sino que podría fortalecer la narrativa chavista de “resistencia y soberanía”, dando pie a una mayor represión interna contra opositores.
Trump parece decidido a escalar: insiste en que usará “todos los elementos del poder estadounidense” para impedir que “el veneno mortal” llegue a las calles de EE. UU. El hemisferio, mientras tanto, observa expectante: ¿estamos ante el inicio de una intervención inédita en Venezuela o ante una nueva jugada de presión política?
La región, sin duda, está en vilo.
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