Idel Torriente Sáez, una gloria del boxeo cubano, vive hoy una amarga paradoja: fue ídolo del deporte revolucionario y ahora es símbolo del olvido. Nacido en Pinar del Río, Torriente brilló en los años 80 con títulos como los de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santiago de los Caballeros, República Dominicana 1986 y los Panamericanos de México 1990.
Sin embargo, su prometedor futuro fue truncado abruptamente en 1992, cuando, a pesar de tener su clasificación asegurada para el Campeonato Mundial, fue obligado a retirarse por Alcides Sagarra, el influyente jefe de entrenadores de la selección cubana. "Me mandó para la casa", relató con amargura el expugilista, rememorando cómo fue desplazado por un nuevo talento traído desde la ESPA Nacional.
La salida forzada del ring marcó el inicio de un lento y doloroso proceso de marginación. "Después de tantos años de sacrificio, lo que vino fue el silencio. Nadie se ocupó de mí", confesó Torriente. El paso a entrenador, que pudo haber sido una nueva oportunidad para aportar desde su experiencia, se convirtió en una condena silenciosa. Mal pagado y sin recursos, recibe actualmente un salario de 7.690 pesos cubanos, el equivalente a unos 20 dólares al mes en el mercado informal. Pero más allá de lo económico, lo que más duele es la indiferencia.
Las condiciones laborales actuales para los entrenadores y jóvenes boxeadores son pésimas. "Carecemos de medios, no hay guantes, ni sacos, ni buena alimentación. Así no se puede enseñar nada", denunció.
El deterioro del boxeo cubano —que fue orgullo nacional— es evidente. La falta de apoyo a quienes forman y acompañan a los nuevos talentos pone en peligro la continuidad de una tradición deportiva de excelencia.
El caso de Torriente Sáez no es aislado. Es parte de un patrón recurrente: el deportista cubano es elevado como símbolo del sistema mientras gana, pero cuando deja de ser útil, es desechado sin piedad. Varios campeones han tenido que vender sus medallas o emigrar en busca de dignidad. Lo que se esconde detrás de las fotos gloriosas y los podios es una realidad de abandono sistemático.
La historia de Idel Torriente es un retrato cruel del trato que el régimen da a sus héroes deportivos: utilitarios en la cúspide, invisibles en la caída. La gloria en Cuba tiene fecha de vencimiento y la memoria institucional parece no extenderse más allá de los aplausos.
Fuente: Swing Completo
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