La tranquilidad rural de Enderlin, Dakota del Norte, se convirtió en un escenario de terror cuando un tornado de categoría EF-3+ arrasó con todo a su paso. Con vientos que alcanzaron los 265 km/h, este fenómeno letal dejó un rastro de destrucción a lo largo de 12 millas, cobrando la vida de tres personas: Michael Dehn, Katherine Pfaff-Dehn (ambos de 73 años) y Marcario Lucio, de 89.
Las escenas tras el paso del tornado eran desoladoras: casas reducidas a escombros, trenes descarrilados, estructuras agrícolas completamente destruidas y postes eléctricos doblados como si fueran de papel. El gobernador declaró el estado de emergencia mientras equipos estatales y federales acudían en ayuda de la población afectada.
Este tornado no fue un evento aislado, sino parte de un complejo sistema de tormentas que también provocó un derecho —una línea de vientos extremos—, dejando a miles de personas sin electricidad. La fuerza combinada de estos fenómenos puso de relieve la fragilidad de nuestras infraestructuras ante los embates climáticos extremos. “La naturaleza no perdona”, reza el dicho, y este episodio lo confirma con dolorosa claridad, comentan especialistas.
Para dimensionar aún más el peligro que representan los tornados, basta recordar otros casos trágicos. En 2011, el tornado de Joplin, Missouri, clasificado como EF-5, dejó 161 muertos y más de 1.000 heridos, convirtiéndose en uno de los más mortíferos en la historia moderna de Estados Unidos.
Las escenas eran de guerra: hospitales arrasados, vehículos volcados, barrios enteros desaparecidos. En 2013, otro tornado EF-5 devastó la ciudad de Moore, Oklahoma, con vientos de más de 320 km/h, destruyendo más de 1.000 hogares y provocando la muerte de 24 personas, incluidos varios niños de una escuela primaria.
“Estos eventos no solo destruyen estructuras, también marcan comunidades para siempre”, afirman los expertos en meteorología. La preparación, la conciencia pública y los sistemas de alerta temprana son esenciales para reducir la pérdida de vidas humanas.
Enfrentar una emergencia climática como esta requiere no solo recursos materiales, sino también una sólida cultura de prevención. Por eso, compartir esta información es vital: para que nadie subestime el poder destructivo de un tornado y todos estén listos para reaccionar cuando el cielo se vuelva una amenaza.
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