La experiencia del periodista Yoandris Cedeño Fonseca en el hotel Starfish Guardalavaca, en la provincia de Holguín, ha puesto al descubierto la dura realidad que enfrenta el cliente nacional en la industria turística cubana.
A pesar de contar con una reserva confirmada y pagada a través de Havanatur, Cedeño Fonseca fue negado de alojamiento y casi expulsado del hotel, reflejando un patrón de incompetencia y desdén que amenaza a los visitantes locales.
El incidente comenzó cuando la comercial a cargo, identificada como María Isabel, alegó que no había disponibilidad y se negó a aplicar el protocolo que obliga a ofrecer soluciones en hoteles de igual o mayor categoría.
Ante la insistencia del cliente, la trabajadora llamó a la seguridad para intentar expulsarlo, mientras la gerencia permanecía ausente y el único supervisor presente, un ciudadano español llamado Andrews, mostró escaso interés en resolver la situación.
Solo gracias a la intervención de un representante nacional de Havanatur, cerca de las 10:00 p.m., el periodista pudo acceder a su habitación, aunque perdió la cena incluida en su pago.
“La situación que encontré allí es que si el despegue del turismo depende de algunos incompetentes en Holguín, considero que no tendremos el ansiado retorno de los cuatro millones de turistas que logramos en otros años”, señaló Cedeño Fonseca, subrayando que el maltrato al huésped nacional mina cualquier posibilidad de fidelización y evidencia la falta de profesionalidad de la cadena Starfish y del Grupo Hotelero Cubanacán.
El caso del Starfish Guardalavaca no es aislado. Las denuncias de cubanos que sufren discriminación y maltrato en instalaciones turísticas se repiten en todo el país. En 2022, el fotógrafo y youtuber Yander Serra denunció que se le prohibió la entrada al Hotel Capri; meses después, otra usuaria reportó deficiencias en el hotel Pernik, en Holguín, relacionadas con servicio gastronómico y precios elevados.
Los turistas extranjeros tampoco escapan a la mala atención. Entre 2024 y 2025, visitantes españoles, rusos y canadienses denunciaron desde comida en mal estado hasta condiciones precarias en habitaciones y falta de seguridad.
Casos graves, como el de la canadiense Breanna Peebles en Varadero, que sufrió agresión sexual dentro de un resort, evidencian fallas graves en protocolos de seguridad y respuesta institucional insuficiente, lo que llevó incluso a advertencias de viaje por parte del gobierno canadiense.
El patrón de denuncias revela una crisis estructural en el turismo cubano: la escasez de recursos, la incompetencia del personal y la ausencia de protocolos eficientes socavan la imagen de Cuba como destino.
La disminución de visitantes extranjeros hace que los ingresos dependan cada vez más de los turistas nacionales, quienes enfrentan, paradójicamente, maltrato y desdén en instalaciones que deberían ofrecer la mejor atención.
La experiencia de Cedeño Fonseca se convierte así en un espejo de las deficiencias que golpean a la industria turística cubana, exponiendo la urgencia de cambios estructurales que garanticen respeto, profesionalismo y seguridad a todos los visitantes, nacionales y extranjeros, antes de que la reputación del país como destino turístico quede irremediablemente dañada.
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