El río Cauto, el más largo de Cuba, finalmente comienza a descender, pero la tragedia en el oriente cubano está lejos de terminar. En los municipios de Cauto Cristo y Río Cauto, en Granma, cientos de familias siguen atrapadas entre aguas estancadas, caminos destruidos y viviendas colapsadas tras el paso del huracán Melissa.
Las autoridades informaron que, aunque el nivel del río ha bajado, los suelos siguen saturados y los embalses continúan vertiendo agua, lo que retrasa la recuperación. Brigadas de las FAR y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos mantienen las operaciones de rescate, mientras se evalúan los daños estructurales y sanitarios en las zonas más golpeadas.
Vecinos de comunidades como La Marina, El Mango y Las Tunas describen la situación como “una pesadilla que no termina”. Algunos aseguran que llevan más de cinco días sin electricidad, sin alimentos frescos y con el agua del río dentro de sus casas. “Perdí mis colchones, mi refrigerador y los papeles de la casa. Lo único que salvé fueron las fotos de mis hijos”, contó entre lágrimas una vecina de Río Cauto.
En redes sociales, las imágenes son impactantes: animales flotando, techos hundidos, niños siendo evacuados en botes improvisados y ancianos que ruegan por medicinas. El gobierno mantiene la vigilancia sobre los embalses del territorio, pero los pobladores exigen mayor rapidez en la entrega de ayuda y alimentos.
Mientras tanto, la solidaridad se multiplica desde Miami, España y otras provincias cubanas, donde grupos de apoyo organizan campañas para enviar ropa, medicinas y productos básicos a los damnificados.
Aunque el huracán Melissa ya es historia meteorológica, su huella humana y material seguirá marcando a miles de familias del oriente cubano durante meses. Las aguas pueden bajar, pero el dolor, la pérdida y la incertidumbre siguen creciendo.
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