Tras el devastador paso del huracán Melissa por el oriente de Cuba, crecen las denuncias de ciudadanos que aseguran que la ayuda humanitaria enviada por países y organismos internacionales no está llegando a los damnificados. La desconfianza en las instituciones estatales vuelve a dominar el discurso popular, en medio de una crisis que ha dejado viviendas destruidas, calles anegadas y familias enteras sin recursos básicos.
Vecinos de Sagua de Tánamo, una de las zonas más afectadas por las inundaciones, relataron a Martí Noticias que muchas familias lo perdieron todo, y que las donaciones que se anuncian en los medios oficiales no se reflejan en la realidad.
“El río se llevó las casas enteras. Aquí la gente lo perdió todo y no ha llegado nada. Si las ayudas las maneja el gobierno, terminan desviadas o vendidas. Aquí la corrupción es de arriba a abajo”, denunció Laritza Pupo Torres, residente del municipio.
Otros testimonios coinciden en que las autoridades locales repiten el mismo patrón visto tras anteriores desastres naturales: promesas incumplidas, censos ineficaces y materiales que nunca llegan a los más necesitados. “Si no vienen directamente las personas a repartir la ayuda, no llega a los pobres. Se queda en manos de los jefes”, afirmó José Manuel Ramírez, un cubanoamericano que viajó a la isla durante la emergencia.
El Banco Central de Cuba y el Banco de Crédito y Comercio (BANDEC) habilitaron cuentas oficiales para recibir donaciones. Sin embargo, la ausencia de transparencia en el manejo de esos fondos ha generado dudas entre la población y los donantes, que reclaman mecanismos verificables para rastrear el uso de los recursos.
Residentes en San Germán, Gibara y otros municipios de Holguín denuncian que los daños en viviendas, techos y drenajes aún no han sido atendidos. “Nos piden que vayamos a apuntarnos para los daños, pero eso es por gusto. Hay gente del Sandy que todavía no ha recibido materiales”, recordó Eraides Torres Tamayo, en referencia al huracán que golpeó la isla en 2012.
La situación es especialmente grave para los ancianos y familias vulnerables. “Se me mojó todo, tengo una anciana a cargo y no ha venido nadie, ni a preguntar cómo estamos. No hay comida ni corriente”, contó la enfermera Daimy García, desde Gibara.
Estados Unidos, China, Venezuela y agencias de Naciones Unidas anunciaron envíos de ayuda humanitaria para los damnificados, mientras que la diáspora cubana en Miami organiza campañas de recolección de suministros. Sin embargo, los reportes apuntan a que el régimen cubano mantiene un control absoluto sobre la recepción y distribución de la asistencia, excluyendo a organizaciones independientes y a la sociedad civil.
Diversos observadores han denunciado que el gobierno utiliza la ayuda humanitaria como herramienta política, priorizando a instituciones afines o sectores bajo control partidista. “Nada que venga debe pasar por el Estado. Si lo manejan ellos, no vemos nada, y a veces hasta lo venden. La única forma es que llegue directamente a los damnificados”, subrayó García.
La percepción de corrupción dentro de las estructuras estatales es generalizada. Muchos cubanos sostienen que los materiales y recursos donados terminan revendidos en el mercado negro o asignados a funcionarios y allegados del Partido Comunista.
“Aquí no hay preocupación por el pueblo. Todo lo que llega, lo desvían o se lo reparten entre ellos. Desde el más pequeño hasta el más grande están metidos en lo mismo”, lamentó Torres Tamayo.
Ante la falta de confianza, cada vez más ciudadanos y grupos de la diáspora buscan canales alternativos de ayuda, entregando donaciones de manera directa a las familias afectadas o a través de ONGs independientes.
(Con información de Martí Noticias)
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