La destacada actriz cubana Miriam Learra, una de las figuras más queridas y respetadas del teatro, la radio, el cine y la televisión en la Isla, falleció este sábado en La Habana a los 88 años, según confirmó el dramaturgo y crítico Norge Espinosa en sus redes sociales.
Nacida en La Habana en 1936, Learra estudió gracias a una beca en Praga y, en 1966, se incorporó al emblemático grupo Teatro Estudio, donde trabajó bajo la dirección de maestros como Vicente Revuelta, Raquel Revuelta, Berta Martínez y Abelardo Estorino. En esa etapa brilló en obras clásicas y contemporáneas como La ronda, Doña Rosita la soltera, Bodas de sangre, Galileo Galilei, El becerro de oro y Don Gil de las calzas verdes.
Durante la década de los 90, continuó su carrera en la Compañía Hubert de Blanck, consolidándose como una de las actrices más completas del teatro cubano. En televisión participó en telenovelas icónicas como La séptima familia, Las honradas, Tierra brava, Sin perder la ternura, El año que viene y Entre mamparas, que la convirtieron en un rostro familiar para el público de toda la Isla.
Su trayectoria fue reconocida con múltiples galardones, entre ellos el Premio a la Mejor Actuación Femenina en el primer Festival de Teatro de La Habana (1980) y el Premio a la Mejor Actuación en el Festival de Teatro de Sitges (Barcelona, España) por su papel en Morir del cuento, de Abelardo Estorino.
Maestra, gestora y referente
Learra también desempeñó un papel importante como docente y líder institucional. Entre 1977 y 1980 impartió clases en la Escuela Nacional de Arte (ENA); de 1982 a 1984 fue presidenta de la Sección de Teatro de la UNEAC, y en los años 90 asumió la dirección general del Grupo Hubert de Blanck, aunque —como confesó— siempre prefirió estar sobre el escenario antes que detrás del escritorio.
En el cine participó en títulos esenciales de la filmografía cubana como Un día de noviembre (Humberto Solás, 1972), El brigadista (Octavio Cortázar, 1977), Aquella larga noche (Enrique Pineda Barnet, 1979) y Mambí (Teodoro y Santiago Ríos, 1997).
“Una actriz versátil, siempre luminosa”
En declaraciones a OnCuba, Norge Espinosa la definió como “una de las actrices más reconocibles de Teatro Estudio desde los años 60”, capaz de pasar con naturalidad “de un personaje de comedia en El becerro de oro a uno profundamente dramático en Bodas de sangre”.
El crítico destacó su colaboración constante con Berta Martínez, quien —según dijo— “fue la directora de la que más aprendió y quien más confió en su versatilidad”. Recordó además personajes memorables como Luz Marina en Aire frío y los que interpretó en Morir del cuento o En parece blanca, ambas de Estorino.
“Podía ser jovial, intensa o contenida, siempre con una elegancia natural. Esa ductilidad le permitió permanecer en escena durante décadas, sin perder frescura ni autenticidad”, subrayó Espinosa, quien compartió su última conversación con la actriz en 2021, durante un homenaje a Martínez.
“Nunca disfruté tomar decisiones administrativas, siempre preferí actuar”
En una entrevista concedida a Cubaescena en 2021, Miriam Learra relató que sus raíces familiares eran vascas y catalanas, aunque tanto ella como sus padres nacieron en Cuba. “Mi padre era dueño de una óptica y yo me gradué de optometrista, aunque siempre me gustó la actuación. Mi familia no aceptaba mi vocación por prejuicios, pero cuando me casé con Octavio Cortázar, que era cineasta, decidí seguir mi sueño”, contó.
Sus inicios se remontan a los años 50, cuando debutó en la sala Las Máscaras junto a Isabel Moreno y otros jóvenes talentos. Más tarde trabajó con Rubén Vigón en la sala Arlequín, antes de unirse a Teatro Estudio, donde también compartió escenario con la compositora Marta Valdés, asesora musical del grupo.
En 1991, tras la división de Teatro Estudio y la creación de Hubert de Blanck, Learra se incorporó a la nueva agrupación. “Berta Martínez y Abelardo Estorino decidieron quedarse allí, y eso fue decisivo para mí”, recordó. “Nunca disfruté tomar decisiones administrativas; siempre preferí actuar.”
Miriam Learra deja tras de sí un legado de arte, enseñanza y pasión por la escena cubana, un ejemplo de disciplina y amor por el oficio. Como escribió Norge Espinosa al despedirla:
“Su nombre seguirá en el recuerdo de los escenarios donde el talento verdadero no muere, solo cambia de luz.”
Comienzan los derrumbes en Camagüey antes de la llegada de la tormenta tropical Melissa
Hace 9 horas
Nueva reforma en México duplica los costos migratorios y golpea con fuerza a los cubanos
Hace 2 días
Muere otro niño por dengue hemorrágico en Manzanillo ante la falta de recursos médicos
Hace 19 horas