Un asteroide del tamaño de un automóvil pasó a una distancia mínima de la Tierra el pasado 1 de octubre, sin que ningún sistema de detección lo advirtiera a tiempo. El suceso, que ocurrió sobre la Antártida, ha reavivado las preocupaciones sobre la vulnerabilidad del planeta frente a objetos espaciales que podrían llegar por sorpresa.
El cuerpo rocoso, designado como 2025 TF, midió entre uno y tres metros de diámetro y cruzó a solo 428 kilómetros de altitud, una distancia comparable a la órbita de la Estación Espacial Internacional. Su paso fue tan rápido y silencioso que los telescopios terrestres no lograron registrarlo hasta horas después del evento, cuando ya se alejaba rumbo al espacio profundo.
El descubrimiento fue realizado por el Catalina Sky Survey, un programa estadounidense encargado de rastrear objetos cercanos a la Tierra (NEOs, por sus siglas en inglés). Los científicos calcularon que el asteroide viajó a una velocidad superior a los 14 kilómetros por segundo, dejando a los sistemas de vigilancia prácticamente sin margen de detección.
Astrónomos consultados reconocieron que el caso evidencia las limitaciones de la red internacional de monitoreo, especialmente ante objetos pequeños y veloces. “Fue un golpe de suerte que no impactara, pero también una llamada de atención”, comentó un investigador del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA.
A pesar de la alarma generada, el asteroide no representó un peligro real. De haber ingresado en la atmósfera, se habría desintegrado completamente, produciendo un bólido luminoso visible incluso a plena luz del día. Sin embargo, su proximidad rompe récords: nunca antes un objeto había pasado tan cerca sin ser detectado previamente.
El episodio coincidió con un bloqueo parcial de operaciones en la NASA debido a retrasos presupuestarios en el gobierno estadounidense, lo que, según algunos expertos, pudo haber contribuido a la falta de respuesta inmediata. Aunque los sistemas automáticos continuaron operando, las revisiones humanas —claves para validar observaciones inusuales— estuvieron limitadas durante esos días.
Actualmente, los programas de vigilancia espacial se centran en identificar asteroides de más de 140 metros de diámetro y que pasen a menos de 7,5 millones de kilómetros de la Tierra, ya que son los que podrían causar daños significativos en caso de impacto. Sin embargo, objetos más pequeños como 2025 TF son extremadamente difíciles de detectar, sobre todo cuando se acercan desde direcciones próximas al Sol, donde el resplandor impide su observación.
Este fenómeno ha llevado a la comunidad científica a insistir en la necesidad de acelerar proyectos como NEO Surveyor, un telescopio espacial de infrarrojos diseñado para detectar asteroides ocultos por el brillo solar. Su lanzamiento, previsto para 2027, busca mejorar la capacidad de respuesta ante amenazas potenciales.
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