La soberbia de Nicolás Maduro volvió a quedar al descubierto. Apenas unos días después de que la líder opositora María Corina Machado recibiera el Premio Nobel de la Paz, el régimen venezolano anunció el cierre de su embajada en Noruega, un país que históricamente ha mediado en los intentos de diálogo entre el chavismo y la oposición.
La decisión, disfrazada de “reasignación estratégica de recursos”, fue percibida como una pataleta política, una respuesta directa a la distinción internacional concedida a una de las voces más firmes contra el autoritarismo en Venezuela. El gesto refleja el profundo malestar del régimen ante un reconocimiento que simboliza el respaldo mundial a la resistencia democrática que Machado encarna.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega lamentó la medida, calificándola como un acto “sin justificación diplomática”. Sin embargo, insistió en que continuará promoviendo el diálogo con Caracas, pese al cierre unilateral de la misión.
Esta no es la primera vez que Maduro reacciona con orgullo herido ante señales de aislamiento internacional. Desde las elecciones de 2024, cuestionadas por múltiples gobiernos y organismos internacionales, el líder chavista rompió lazos con países que no reconocieron su victoria, como Argentina, Chile, Perú y Uruguay. Cada ruptura, lejos de fortalecer su imagen, ha profundizado su aislamiento y debilitado la posición de Venezuela en el escenario global.
María Corina respondió con serenidad y firmeza. En declaraciones al diario noruego Dagens Naeringsliv, aseguró que solo viajará a Oslo a recibir el Nobel “si Venezuela es libre”, dejando claro que su lucha no es por un trofeo, sino por la liberación política de su país.
Mientras tanto, el régimen intenta justificar su actitud con discursos altisonantes sobre soberanía y “nuevo orden mundial”, cuando en realidad se trata de una reacción de orgullo herido ante una derrota simbólica: el mundo aplaude a quien Maduro ha intentado silenciar.
El cierre de la embajada en Noruega no solo exhibe la soberbia del mandatario, sino también su miedo. Miedo a una mujer que, sin armas ni poder militar, ha conseguido lo que él no: el reconocimiento moral del planeta entero.
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