La provincia de Matanzas se hunde en una de las peores crisis sanitarias de los últimos años. Con miles de casos sospechosos de dengue y chikungunya, hospitales saturados y barrios plagados de mosquitos, el gobierno ha decidido apostar por el invierno como principal “estrategia” para frenar la propagación del virus.
Sí, literalmente: confían en que el frío haga lo que ellos no han podido hacer sin recursos, planificación ni voluntad política.
El propio periódico oficialista Girón reconoció que la transmisión del dengue sigue siendo alta en toda la ciudad de Matanzas, con zonas críticas en los consejos populares de Versalles, La Playa y Matanzas Oeste. Sin embargo, en lugar de presentar un plan efectivo de emergencia, las autoridades —encabezadas por el primer secretario del Partido Mario Sabines Lorenzo— repiten las mismas frases vacías de siempre: “mayor convocatoria popular” y “sostenibilidad en la lucha antivectorial”.
Mientras tanto, la realidad golpea fuerte: hospitales sin medicamentos, falta de reactivos y un sistema de fumigación casi colapsado. El doctor Andrés Lamas Acevedo, director provincial de Higiene y Epidemiología, admitió que apenas cuentan con unas pocas bazucas fumigadoras, concentradas en Matanzas y Cárdenas, las zonas más afectadas. Además, confirmó algo alarmante: en la provincia circulan los serotipos 3 y 4 del dengue al mismo tiempo, lo que aumenta el riesgo de complicaciones graves e incluso de muertes.
En los barrios más golpeados, los vecinos denuncian acumulación de basura, aguas estancadas y ausencia total de brigadas de saneamiento. Las fotos de contenedores rebosados y zanjas llenas de larvas contrastan con el discurso triunfalista del régimen, que insiste en que “todo está bajo control”.
Pero la realidad es otra: una joven cardenense murió hace pocos días por dengue hemorrágico, según reportes de la comunidad médica, lo que evidencia la magnitud del desastre sanitario. Su caso, como muchos otros, fue silenciado por el Ministerio de Salud, que sigue negando públicamente cualquier fallecimiento vinculado al brote.
El gobierno ha reactivado el viejo libreto de siempre: movilizar estudiantes de medicina, sindicatos y organizaciones de masas para apoyar la fumigación y la limpieza de microvertederos.
Sin embargo, estas medidas improvisadas no solucionan el verdadero problema: la crisis estructural del sistema de salud cubano, deteriorado por el éxodo de profesionales, la falta de insumos básicos y la desorganización institucional.
Con los hospitales al límite y el mosquito multiplicándose sin control, la población vive con miedo y cansancio. En palabras de un vecino de Versalles: “Ya ni esperamos ayuda del gobierno, solo rezamos para que llegue el frío”.
Así, en pleno 2025, un régimen que se jacta de tener “uno de los mejores sistemas de salud del mundo” termina dependiendo de la temperatura ambiental para salvar vidas humanas. Una muestra más de la ineficiencia, el abandono y la indiferencia con que el poder en Cuba enfrenta las tragedias del pueblo.
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