El gobernante cubano Miguel Díaz-Canel volvió a generar polémica este martes al felicitar al “sector azucarero” en su país durante la conmemoración del Día del Trabajador Azucarero. Su mensaje, publicado en su cuenta oficial de X (antiguo Twitter), rápidamente se volvió viral, pero no por motivos positivos.
Mientras el líder celebra la labor de un sector que supuestamente sigue siendo clave, la realidad es completamente distinta: la industria azucarera cubana atraviesa su peor crisis en más de un siglo, con cifras de producción históricamente bajas.
En la zafra 2024–2025, la Isla produjo menos de 150,000 toneladas de azúcar, un nivel irrisorio comparado con los tiempos dorados de los años 60, cuando Cuba era el mayor exportador mundial.
Hoy, gran parte del azúcar que se consume en el país debe importarse. Esta desconexión entre discurso y realidad provocó un aluvión de comentarios sarcásticos y críticos en redes: “Otro logro del socialismo: país azucarero, sin azúcar”, escribió un usuario. Otro recordó la gloria pasada: “Cuba en 1960 era líder mundial en azúcar, hoy importa lo que le falta”.
La reacción no se limitó a internautas comunes. Figuras públicas como Rocío Monasterio, política española de origen cubano, criticaron abiertamente la “falta de pudor” del régimen: “Han arruinado el sector azucarero, las centrales caen a pedazos y el pueblo sufre como nunca”, señaló Monasterio, cuyo vínculo familiar con la industria azucarera histórica de Cuba le da especial autoridad en el tema.
Analistas y ciudadanos interpretan estas felicitaciones como un gesto propagandístico: celebrar lo que ya no existe para aparentar normalidad. Algunos compararon la situación con premiar a un enfermo terminal por su buena salud. Otros destacaron que este tipo de mensajes reflejan un gobierno que ya no puede sostener logros reales y depende de gestos simbólicos para mantener la ilusión de control y legitimidad.
La crítica es unánime: no se puede felicitar a un sector moribundo. Hoy, la industria azucarera cubana es sombra de lo que fue, con centrales abandonadas y producción insuficiente para abastecer siquiera al mercado nacional. Mientras tanto, el pueblo cubano observa con ironía cómo se celebran logros imaginarios, mientras la realidad cotidiana sigue marcada por la escasez de azúcar, recursos y oportunidades.
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