La Corte Suprema de Nepal está literalmente en llamas. Cientos de manifestantes indignados han tomado las calles de Katmandú para expresar su rechazo feroz contra la corrupción rampante y la censura ejercida por el régimen comunista que controla el país.
Lo que comenzó como una protesta pacífica se transformó rápidamente en una ola de violencia y destrucción, con incendios intencionales que consumieron edificios emblemáticos del poder político y mediático.
El Parlamento de Nepal, ubicado en el histórico edificio Singh Durbar, fue uno de los principales objetivos de la furia popular. Miles de manifestantes lograron entrar y prender fuego a esta fortaleza del gobierno, dejando claro que ya no toleran la opresión ni la impunidad.
La bandera del Partido Comunista fue derribada con violencia, un símbolo que representa el rechazo absoluto a un sistema que, según la gente, ha hundido al país en la tiranía y la corrupción.
No solo el Parlamento ardió en la noche de protestas, sino también la sede del mayor medio de comunicación del país, lo que refleja la rabia hacia los mecanismos de censura y manipulación informativa que han intentado silenciar las voces disidentes.
Los ministros del gobierno, ante la escalada de violencia han optado por huir, evidenciando una crisis política sin precedentes.
Este estallido social en Nepal no es un caso aislado. Vemos cómo las dictaduras comunistas, antes consideradas invulnerables, empiezan a tambalearse bajo la presión de sus propios ciudadanos.
La chispa en Nepal ha encendido un fuego de esperanza para otros pueblos sometidos, como el de Cuba, donde también se sueña con la caída del régimen opresor.
Las redes sociales explotan con mensajes de apoyo y solidaridad, con hashtags como #AbajoElComunismo que empiezan a viralizarse, mostrando la desesperación y la esperanza de millones.
“Así pronto se verá Cuba”, escriben algunos usuarios, esperando que la libertad llegue a todas las naciones donde el pueblo clama por justicia y democracia.
Lo que sucede en Nepal es un llamado de atención mundial: el poder corrupto y tiránico solo se mantiene con miedo y censura, pero la gente está despertando y está dispuesta a quemar esos muros de opresión, literalmente.
El futuro de Nepal es incierto, pero la historia ya comenzó a escribirse con fuego y valentía.
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