“Somos continuidad, somos presente y futuro”, proclama el cartel que se mantiene erguido entre el polvo y los escombros. Pero justo encima, un poste eléctrico caído —sostenido apenas por los cables— delata la otra cara del país: la de un sistema agotado que se derrumba mientras insiste en aparentar firmeza.
La imagen, tomada en Camagüey, es una metáfora perfecta de lo que hoy vive Cuba: los lemas sobreviven, pero la realidad se desploma.
La “continuidad” que prometen no es más que la perpetuación del deterioro. Cada palabra en rojo sobre ese cartel contrasta con el gris de la ruina que lo rodea. Continuidad de apagones, de calles sin luz ni esperanza; continuidad de hospitales que colapsan, de techos que se vienen abajo, de familias que emigran o resisten entre el cansancio y la escasez. No hay presente ni futuro cuando la supervivencia se ha convertido en la única rutina nacional.
Mientras el discurso oficial proclama victorias imaginarias, el país se hunde bajo una infraestructura carcomida. Las caídas de postes y muros no son accidentes: son síntomas de un sistema corroído por la ineficiencia, la corrupción y el abandono. La Revolución que prometió reconstruirlo todo ha terminado por destruir incluso lo que alguna vez funcionó.
Los comentarios de los cubanos ante esta foto lo dicen todo: unos se ríen con ironía, otros lloran de rabia. “El cartel firme como la dictadura”, escribió alguien. “El futuro es negro”, agregó otra voz. Entre la burla y el dolor, se cuela una verdad incontestable: nada simboliza mejor al país actual que ese poste inclinado, a punto de caer del todo, sostenido por hilos tan frágiles como la paciencia del pueblo.
Cuba hoy es eso: una escenografía de consignas vacías que intenta ocultar un derrumbe imparable. Los lemas siguen de pie, sí, pero la nación está en el suelo. Y aunque algunos aún repitan que “la Revolución resiste”, lo cierto es que solo resiste su propaganda.
Porque el pueblo, agotado y descreído, ya no cree en carteles. Cree en la necesidad, en la fuga, en el deseo urgente de cambio. Ese cartel no anuncia futuro: señala el fin de una era.
Fuente: José Luis Tan
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