En su reciente entrevista con el influencer cubano Destino, el actor Alejandro Cuervo protagoniza una conversación aparentemente relajada, pero que, al observarla con detenimiento, revela una pieza de análisis crucial sobre la mentalidad de una parte de la nueva ola de figuras públicas cubanas que han logrado emigrar a Estados Unidos. Estas figuras han hecho el tránsito de estar en el escenario nacional a presentarse en el exilio, sin renunciar completamente al discurso oficialista, pero intentando insertarse en la narrativa del cubano que “triunfa con esfuerzo y sin quejarse”.
En los primeros veinte minutos del programa, tanto Destino como su compañero Fernand muestran una evidente vena homofóbica, sin ningún tipo de pudor. Realizan bromas sobre relaciones homosexuales, acompañadas de gestos explícitos, como un movimiento con los dedos simulando penetración, que desatan risas de Cuervo. Lo preocupante no es solo la broma en sí, sino la completa falta de incomodidad de los presentes. En lugar de marcar distancia o rechazar estos estereotipos, Cuervo se ríe, como si esto fuera algo natural en su vida cotidiana.
A medida que la entrevista avanza, alrededor del minuto 30, el tema del acoso en el mundo artístico cubano se plantea torpemente por Destino, quien, aunque intenta abordar los abusos ocurridos en el ICRT y en el cine cubano, ve cómo el tema se disuelve en una serie de risas y trivialidades. Esta oportunidad para tratar seriamente el machismo estructural en los medios cubanos se convierte en una secuencia vacía de banalidades. La falta de una crítica real y profunda sobre estos temas parece tener su raíz en la complicidad y el miedo a cuestionar las estructuras que permitieron el éxito de figuras como Cuervo.
Más adelante, en el minuto 33, Cuervo lanza una frase que podría haberse sacado directamente de una cápsula publicitaria del Noticiero Nacional de Televisión: “En Cuba sí se puede salir adelante”. Cuando Destino pregunta cómo, Cuervo responde: “Con esfuerzo, sin irte a tomar ron y usando la mente”. Luego, comparte su propia historia, explicando cómo comenzó vendiendo jamón y, con el tiempo, pasó a tener varios autos. Pero Cuervo omite un dato crucial: ese recorrido que describe es inalcanzable para la gran mayoría de los cubanos. En Cuba, no hay acceso al capital, ni a las piezas necesarias para los vehículos, ni siquiera a la gasolina legal sin conexiones o sobornos. Además, plantea que para su “emprendimiento limpio” necesitó 10 mil dólares, un monto que pocos cubanos pueden reunir. La desconexión con la realidad cubana es clara, pero el mensaje de Cuervo es simple: si no logras lo mismo, es porque no te sacrificas lo suficiente.
En el minuto 51, Cuervo menciona que su padre cometía ilegalidades, pero no lo juzga ni se siente avergonzado por ello. Sin embargo, en los siguientes minutos, dice que todo su dinero es “limpio”, pero, al mismo tiempo, admite que “hay que sobornar a los inspectores”. Esta contradicción refleja la ambigüedad de su relato sobre el progreso en Cuba. ¿Cómo puede alguien que se jacta de su éxito en un sistema que describe como lleno de oportunidades y méritos, al mismo tiempo reconocer que ese éxito se ha logrado mediante actos ilegales?
Al relatar su llegada a Miami, Cuervo menciona que en Cuba "solo hace falta usar el coco para triunfar", pero no explica por qué decidió emigrar si las condiciones en la isla son tan favorables. Además, al describir cómo obtenía combustible para su Aleco petrolero (un coche que consume grandes cantidades de combustible ruso), Cuervo pasa por alto cómo accedía a dicho combustible, ya que comprarlo legalmente es casi imposible.
En el minuto 1:07, Cuervo habla sobre su negocio de charcutería, mencionando que compraba jamón a particulares en Bauta, lo vendía y “alimentaba a 20 familias”. Sin embargo, no da detalles sobre cómo manejaba la cadena de frío, si su negocio tenía permisos sanitarios, o si sus empleados tenían condiciones laborales dignas. Tampoco menciona si pagaba impuestos, pero insiste en que todo era “legal”.
La conversación llega a su punto más absurdo cuando Destino y Cuervo coinciden en que las redes sociales son la solución mágica para todos los problemas. Según ellos, con un contenido “pegajoso”, es posible obtener 80 mil seguidores, conseguir patrocinadores y resolver todos los problemas de la vida. Este pensamiento ignora que el acceso a internet sigue siendo caro y limitado en Cuba y que no todos pueden “crear contenido” sin enfrentar consecuencias políticas.
En el minuto 1:02, Cuervo también afirma: “Los gringos no se equivocan”, refiriéndose a su visa estadounidense como un certificado de confiabilidad moral. Esta afirmación reduce el sistema migratorio estadounidense a un simple juicio de valor, ignorando sus complejidades y fallos históricos.
A lo largo de la entrevista, Cuervo intenta ocupar el espacio del "moderado", criticando sin ofender, y mostrando un amor por Cuba, pero también una admiración por los valores y la estructura estadounidense. Esta estrategia se ve como un intento de agradar a ambos lados: a los que se quedaron y a los que están en el exilio.
En resumen, la entrevista está llena de autoelogios, justificaciones vacías y una total falta de autocrítica. Cuervo se presenta como un ejemplo de superación, pero su relato ignora las estructuras que hicieron posible su éxito. Su historia se convierte en un caso atípico que no debe considerarse como un modelo a seguir sin reconocer las dinámicas que lo hicieron posible.
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