El reconocido director teatral Freddys Núñez Estenos, al frente de la compañía Teatro del Viento, publicó un mensaje desgarrador en su perfil de Facebook que refleja el colapso de la vida cultural en su ciudad natal y, por extensión, en la isla entera.
Bajo el lema “Tiempos difíciles”, Núñez describe un panorama de teatros clausurados, apagones eléctricos, pobreza y silencio cultural que, asegura, están destruyendo lo poco que queda de la identidad patrimonial cubana desde su trinchera como artista.
Según el relato de Núñez, los escenarios locales “están cerrados, apagados como capillas funerarias” y la programación cultural es “escasa o nula”.
Los teatros dejaron de ser espacios para el pueblo y se han convertido en lugares exclusivos para galas políticas o eventos protocolares, sin ofertas reales para el público. “¿Cuándo fue la última vez que un teatro se abrió para presentaciones para el pueblo?”, cuestiona el director, reclamando la ausencia de funciones con horarios seguros y condiciones mínimas de iluminación, sonido o ingreso.
El mensaje prosigue exponiendo dificultades palpables: apagones eléctricos, cerebrales, culturales y políticos.
Una crítica sin anestesia a una situación donde la cultura, dice, está siendo sacrificada como en un circo romano sin espectadores: “Tal vez los animales somos nosotros mismos… y la sangre sea nuestro sudor”, escribió.
La comparación con el circo y la conga da cuenta de lo que Núñez percibe como un engañoso “pan, circo, carnaval y pachanga” que no coincide con la realidad de hambre, miseria, corrupción, oportunismo y elitismo.
Para él, la cultura representa el sostén del espíritu de una nación, un refugio imprescindible frente al desastre.
Apunta a la urgencia de encontrar soluciones técnicas, de planificación y voluntad política. Los espectáculos teatrales no pueden improvisarse en plazas sin las condiciones adecuadas, el ballet requiere escenarios, la plástica necesita galerías iluminadas, y la música exige auditorios con acústica y seguridad.
Freddys Núñez Estenos se define como un artista “comprometido con el pueblo y la cultura” y señala que su crítica puede incomodar, pero que es su responsabilidad histórica exigir respuestas.
" El verdadero problema, dice, no es la falta de talento ni de ganas, sino la falta de voluntad, sensibilidad y compromiso real en la salvaguarda cultural".
Este llamado enérgico —lanzado desde una de las gestas artísticas más activas de Camagüey— se erige como una alerta: mientras la cultura muere en el silencio, los ciudadanos —los verdaderos espectadores— siguen esperando.
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