Jorge Fernández Era es un escritor, periodista y cronista cubano que, desde hace años, se ha convertido en una de las voces más incómodas para el régimen cubano. Su estilo directo, sarcástico y profundamente crítico no es solo una denuncia política, sino también un ejercicio de memoria y dignidad ciudadana.
Publica sus textos principalmente en redes sociales, especialmente en Facebook, donde miles lo siguen con atención. Pero lo que escribe no busca likes: busca justicia. Desde sus palabras, sacude conciencias, denuncia la represión, exige derechos y expone la hipocresía de un sistema que se dice revolucionario mientras aplasta a quienes piensan diferente.
«Ahí está. Hoy me toca el carro patrullero 448», escribe Fernández Era, como si anticipara con ironía el precio de su libertad. Su texto, cargado de sarcasmo y valentía, responde a un artículo del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, que glorifica a las fuerzas del orden. Él, en cambio, recuerda que esos mismos uniformados son los que lo han detenido por intentar ejercer derechos fundamentales como la libertad de expresión y la protesta pacífica. Su delito: pararse frente al monumento a Martí, pedir justicia, libertad, respeto por los jóvenes encarcelados y una Cuba sin represión.
«Cuando me conduzcan y me encierren con enorme sensibilidad... llevarán sobre sus hombros la tranquilidad de millones por los que unos pocos clamamos derechos». Esa frase es un retrato doloroso y lúcido del absurdo en que vive Cuba: quienes exigen justicia son tratados como enemigos, y quienes sostienen el aparato represivo son aplaudidos como héroes.
Fernández Era no lanza consignas vacías, sino reclamos legítimos. Habla por él y por tantos silenciados. Denuncia lo que llama la “podredumbre” de una Revolución traicionada, que acabó siendo lo contrario de lo que prometió.
No es un político, ni un activista profesional. Es un escritor que no quiso callarse más. Desde enero de 2023, como él dice, algo cambió en su percepción: se quebró la posibilidad del diálogo y se impuso la lógica de la represión. Por eso escribe, sabiendo que pueden encarcelarlo. Su palabra es su resistencia. Y por eso, molesta. Porque es honesta, libre, y sobre todo, profundamente cubana.
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