La crisis demográfica que atraviesa Cuba es tan alarmante como la económica. En apenas cuatro años, la isla ha perdido cerca de un millón y medio de habitantes, un descenso provocado por la baja natalidad, el aumento de la mortalidad y una migración masiva que deja al país sin jóvenes y sin fuerza laboral.
Según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2016 Cuba alcanzó su mayor población histórica, con más de 11,2 millones de habitantes. Sin embargo, al cierre de 2024, esa cifra cayó a 9,7 millones. Entre 2020 y 2024, la isla perdió 1,4 millones de personas. Este fenómeno ha sido calificado por especialistas como una “nueva era demográfica”, en la que convergen el envejecimiento acelerado de la población, el decrecimiento natural y el éxodo.
A la raíz del problema está la crisis económica que vive el país, considerada por muchos la más severa desde el Período Especial. Las causas son múltiples: la paralización provocada por la pandemia, el fracaso de la reforma financiera implementada en 2021, la inflación descontrolada y el endurecimiento de sanciones por parte de Estados Unidos. Todo ello ha derivado en un escenario de pobreza creciente, desabastecimiento, colapso de servicios básicos y pérdida de esperanzas, especialmente entre los jóvenes.
Este grupo es precisamente el que más ha emigrado en los últimos años. Solo en 2024, el saldo migratorio externo fue de -251.221 personas. La mayoría son hombres y mujeres en edad laboral y reproductiva, lo que agrava aún más el problema poblacional. Los mayores se quedan, mientras la población activa desaparece.
El envejecimiento demográfico se acentúa. Hoy, el 25,7 % de los cubanos tiene más de 60 años, una de las cifras más altas de América Latina. Villa Clara es la provincia más envejecida del país. En contraste, la natalidad sigue cayendo. El año pasado se registraron solo 71.358 nacimientos, frente a 128.098 muertes, lo que provocó una tasa de crecimiento natural negativa por cuarto año consecutivo.
Además, la tasa de fecundidad descendió a un mínimo histórico: 1,29 hijos por mujer. Para mantener una población estable, esa tasa debería situarse en torno a los 2,1 hijos. Cuba no alcanza ese umbral desde 1978. Las razones son conocidas: dificultades económicas, falta de vivienda, incertidumbre social, coexistencia con adultos mayores en el hogar y escasa motivación de formar una familia en un país sin perspectivas claras.
Paradójicamente, aunque la fecundidad general es baja, los embarazos adolescentes siguen siendo elevados. En 2024, se reportaron 47 nacimientos por cada 1.000 adolescentes entre 15 y 19 años. Expertos como Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), han advertido que Cuba “necesita más nacimientos, sí, pero no a costa de la fecundidad adolescente”, por las consecuencias negativas que conllevan en términos de salud, abandono escolar y reproducción de ciclos de pobreza.
Hoy, por cada 1.000 personas en edad económicamente activa, hay 710 inactivas, la mayoría adultos mayores que requieren atención sanitaria, cuidados especializados y pensiones. Esto plantea enormes desafíos para un sistema ya colapsado y sin capacidad real de respuesta.