La población de Cuba está atravesando una caída sin precedentes, impulsada por un éxodo constante, el rechazo generalizado a la maternidad y una crisis económica que arrastra al país hacia el colapso. Según el economista y demógrafo Juan Carlos Albizu-Campos, profesor emérito de las universidades de La Habana y París Nanterre, al cierre de 2024 la población residente en la isla será de apenas 8,25 millones, muy por debajo de los 9,7 millones que reporta oficialmente la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
En un análisis compartido a través de su cuenta en X y reproducido por la Universidad de Columbia, el experto advierte que una reducción poblacional de tal magnitud “sólo se ha observado en contextos de conflicto armado”, lo que lo lleva a preguntarse si Cuba está ante una “crisis demográfica o una crisis sistémica”.
Más allá de la discrepancia numérica, lo cierto es que las condiciones de vida en Cuba se deterioran de forma acelerada. El país enfrenta un colapso en todos los sectores básicos: los apagones son diarios y prolongados, afectando no sólo la vida doméstica, sino también hospitales, escuelas y centros de trabajo. La escasez de medicamentos y alimentos alcanza niveles alarmantes, obligando a las familias a priorizar la supervivencia antes que pensar en formar nuevos hogares.
En ese contexto, muchas mujeres en edad fértil rechazan la idea de tener hijos. “¿Para qué traer un niño al mundo si no hay leche, ni antibióticos, ni seguridad?”, se preguntan muchas, mientras esperan horas para conseguir lo básico o hacen colas interminables sin garantía de lograrlo.
La falta de libertades civiles, la censura, la represión a la disidencia y la desconfianza en el futuro también empujan a miles a abandonar el país. Solo hacia Estados Unidos han emigrado en los últimos tres años más de medio millón de cubanos, una cifra inédita que no contempla los que se han marchado a otros destinos como México, Uruguay y España.
Albizu-Campos utilizó para su estimación los datos migratorios oficiales de Estados Unidos y otras fuentes internacionales, cruzándolos con los registros electorales y otros indicadores disponibles. De ahí concluye que el número real de residentes permanentes en Cuba es muy inferior al que reporta el Estado cubano, que sigue sin reconocer el impacto profundo del éxodo en la estructura social y productiva del país.
Mientras tanto, el gobierno continúa apelando a la retórica y al control ideológico, sin ofrecer respuestas reales a una ciudadanía que huye o sobrevive entre la desesperanza, el apagón y el hambre.
Si no se revierte esta tendencia, la nación podría enfrentar consecuencias irreversibles: un país envejecido, sin fuerza laboral, y con un tejido social fracturado por la emigración masiva y el desarraigo.
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