Gabriela Fernández Álvarez, conocida presentadora del programa oficialista cubano Con Filo, vivió este lunes un incómodo momento en Madrid cuando fue confrontada por cubanos libres durante un evento celebrado en la Asociación "Bartolomé de las Casas". El hecho, ampliamente compartido en redes sociales, mostró cómo Fernández —una de las voces más agresivas del aparato mediático del régimen cubano— fue acorralada por manifestantes que le exigieron respuestas y gritaron consignas como “¡Libertad para los presos políticos!” y “¡Abajo la dictadura!”.
El activista de derechos humanos Lázaro Mireles, exiliado en España y líder del movimiento Acciones por la Democracia, fue quien difundió el video donde se ve claramente cómo Gabriela Fernández, visiblemente nerviosa, saluda apenas mientras es escoltada por funcionarios del régimen.
A pesar de los gritos, ella sonríe con cinismo, sin emitir palabra alguna sobre la represión que defiende en la televisión cubana, ni sobre los cientos de presos políticos en la Isla.
La artista y cineasta Yaima Pardo, desde su perfil de Facebook, se hizo eco del suceso, calificando la actuación de Fernández como “mezquina y cobarde”.
Según Pardo, “esta mujer, que cada noche ataca desde una pantalla a cubanos que piensan diferente, hoy no tuvo el valor de defender cara a cara su discurso de odio”. Pardo también lamentó que, una vez más, los voceros del régimen intenten utilizar espacios académicos y culturales fuera de Cuba para blanquear su imagen.
La reacción de Gabriela fue evasiva. Evitó responder, no enfrentó el cuestionamiento y aceleró el paso, protegida por la comitiva diplomática cubana. Su huida no pasó desapercibida.
Lázaro Mireles denunció que mientras en Cuba encarcelan y silencian a voces críticas como la de José Daniel Ferrer o Luis Manuel Otero, los funcionarios del régimen —y sus propagandistas— viajan impunemente a Europa a intentar imponer su narrativa.
La escena fue un momento de justicia simbólica: la voz que en Cuba ataca, humilla y difama sin consecuencias, se encontró fuera del control del Estado, frente a ciudadanos libres que le exigieron rendir cuentas.
Aunque Gabriela Fernández no respondió con palabras, su huida fue una confesión silenciosa. La verdad la acorraló. Y huyó.
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