El Ministerio de Salud Pública de Cuba (Minsap) confirmó finalmente lo que durante semanas negó con insistencia: hay fallecidos por dengue en la isla. El informe oficial, divulgado el 15 de octubre de 2025, reconoce solo tres muertes en lo que va de año, pese a los múltiples reportes ciudadanos y hospitalarios que apuntan a una cifra mucho mayor.
La admisión, tardía y parcial, ha generado indignación y desconfianza entre la población, que acusa al régimen de ocultar la magnitud real de la epidemia. Durante meses, tanto el doctor Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología, como el ministro de Salud, José Ángel Portal Miranda, negaron públicamente la existencia de fallecidos, incluso calificando los reportes independientes de “manipulaciones” o “noticias falsas”.
En reiteradas apariciones televisivas, Durán llegó a bromear sobre los rumores, insinuando que algunos lo acusaban de “esparcir el virus” por Matanzas. Por su parte, el ministro Portal Miranda declaró en una visita a esa provincia que “no hay muertos, ni casos graves ni críticos”, afirmando que “nadie puede esconder una epidemia ni los muertos”. Hoy, tras el reconocimiento oficial, esas palabras resuenan como una muestra más del discurso negacionista y opaco del gobierno.
La viceministra de Salud, doctora Carilda Peña García, fue la encargada de anunciar la cifra de tres fallecidos, aunque sin ofrecer detalles sobre edades, localidades ni condiciones de los pacientes. Fuentes médicas y ciudadanos denuncian que el número real supera ampliamente la versión oficial.
En municipios como Cárdenas (Matanzas) se han reportado varias muertes, entre ellas las de Darián, de 31 años, y Yuniel Rodríguez, ambos con síntomas compatibles con dengue hemorrágico. En Las Tunas, un hombre de 78 años falleció el 25 de septiembre, también diagnosticado con la enfermedad. En localidades como Perico, Matanzas, ya se habían denunciado casos desde julio, cuando Amanda Placencia alertó sobre un brote “extraño” en el pueblo España Republicana, donde al menos una persona murió por complicaciones derivadas del virus.
El problema, señalan médicos y activistas, es que muchos casos no se confirman oficialmente por la falta de reactivos y equipos de diagnóstico. Ante esa carencia, los fallecimientos se atribuyen a “enfermedades de base”, sin reconocer que el dengue, el chikungunya o el oropouche agravaron las condiciones de los pacientes. “Hacen lo mismo que con el COVID-19: si alguien tenía una enfermedad previa, ponen esa como causa de muerte y así borran el rastro del dengue”, denunció un trabajador sanitario bajo anonimato.
La estrategia de encubrimiento sanitario recuerda los métodos aplicados durante la pandemia, cuando el Minsap reducía las cifras reales de contagios y fallecidos para evitar el pánico y preservar la imagen del sistema de salud cubano. Hoy, la situación epidemiológica del país es crítica: los hospitales carecen de medicamentos, los equipos de fumigación están averiados y la población se enfrenta sola a los brotes que se extienden desde Matanzas hasta el oriente de la isla.
Mientras el gobierno insiste en que la epidemia “está bajo control”, la realidad muestra barrios plagados de mosquitos, hospitales colapsados y familias que entierran a sus muertos sin respuestas oficiales.
El reconocimiento tardío del Minsap no solo confirma la gravedad del brote, sino también la crisis de credibilidad de las autoridades sanitarias. Una vez más, el régimen parece más preocupado por controlar la narrativa que por salvar vidas.
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