En los últimos días, las redes sociales en Cuba se han inundado de relatos sobre la epidemia de chikungunya y uno de los más completos es el compartido por la profesora Alina Bárbara López Hernández. Ella reproduce la experiencia de su amiga Gretell Lobelle, quien detalla cómo la enfermedad la afectó profundamente desde finales de septiembre, con fiebre alta, dolores articulares intensos y una recuperación que se prolonga más de 21 días.
Según Gretell, el chikungunya no solo provoca síntomas agudos: sus secuelas pueden durar meses e incluso años, afectando el sistema inmunológico y la movilidad de quienes lo padecen.
La narración evidencia la dificultad de enfrentar la enfermedad en un contexto de escasez de medicamentos, alimentos y recursos médicos. Gretell relata cómo, a pesar de fumigar su hogar, los mosquitos seguían presentes y cómo tuvo que depender de agua, sales de rehidratación, paracetamol y el cuidado familiar.
El dolor muscular y la incapacidad de caminar erguidos le dieron al virus su nombre popular: "fiebre del jorobado". La bibliotecaria enfatiza que los síntomas y complicaciones están documentados en la literatura médica, pero que el secreto y la falta de información en el país dificultan la prevención y el tratamiento oportuno.
Varios comentarios de usuarios corroboran esta realidad. Eduardo René recuerda su infección en 2015 en Nicaragua, donde perdió 12 kilos y sufrió dolores articulares durante meses. Nancy Cristia, médica jubilada, subraya que las cifras oficiales siempre han sido falseadas y que la falta de prevención y control del mosquito transmisor ha provocado epidemias recurrentes, incluidas las de dengue hemorrágico.
Otros testimonios, como los de Gustavo Hernández y Ana Leonor Puertas, destacan la gravedad de la enfermedad en personas con comorbilidades y el largo proceso de recuperación, mientras que Sierra Daniel denuncia el abandono sistemático del sistema de salud y la manipulación de estadísticas.
Todos coinciden en que, más allá de la fiebre y el dolor, el chikungunya deja un impacto duradero en la calidad de vida y en la confianza de la población hacia las autoridades. Los pacientes mencionan la importancia del reposo, la hidratación, la alimentación adecuada y la asistencia familiar para mitigar los efectos, mientras denuncian la lentitud gubernamental para implementar medidas de saneamiento y fumigación.
Estas experiencias muestran que la epidemia no es solo un problema sanitario, sino también un reflejo de la desidia y el abandono institucional que enfrenta la sociedad. Las historias compartidas en Facebook permiten visibilizar el sufrimiento de quienes la padecen y crean conciencia sobre la necesidad de mejorar la prevención, el tratamiento y la atención post-viral, recordando que detrás de cada número hay personas reales con dolores, secuelas y esperanza de recuperación.