Tras el devastador paso del huracán Melissa por el oriente de Cuba, el gobierno de Estados Unidos ofreció ayuda humanitaria inmediata al pueblo cubano a través de ONGs e iglesias, sin intermediación de las autoridades de La Habana. La Embajada estadounidense en La Habana, citando al secretario de Estado Marco Rubio, comunicó este jueves que Washington está preparado para enviar alimentos, medicinas, refugios temporales y suministros básicos a los damnificados.
Sin embargo, el régimen cubano se pronunció este jueves, indicando que mantiene contacto con el Departamento de Estado para aclarar detalles sobre la asistencia. Según Carlos F. de Cossio, director general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, la isla está “en espera de precisiones sobre cómo y en qué manera están dispuestos a ayudar”.
La declaración cubana no confirma la aceptación de la ayuda ni especifica si permitirá que las organizaciones extranjeras operen directamente con las comunidades afectadas, tal como plantea Washington. Este punto es clave, ya que Estados Unidos dejó claro que el envío sería directo al pueblo cubano, evitando la intermediación del gobierno, que históricamente ha controlado estrictamente la entrada y distribución de la ayuda internacional.
El ofrecimiento estadounidense llega en un contexto de crisis humanitaria y económica sin precedentes, agravada por Melissa, que dejó viviendas destruidas, redes eléctricas colapsadas y escasez de alimentos en provincias como Holguín, Granma y Guantánamo. Ante la falta de respuesta inmediata del régimen, los ciudadanos han iniciado acciones autónomas de solidaridad, movilizando recursos para ayudar a familiares y vecinos damnificados, especialmente en áreas rurales y comunidades aisladas.
Fuentes diplomáticas en La Habana señalaron que la Embajada de EE.UU. ya cuenta con equipos de respuesta rápida y logística lista para implementar la asistencia si La Habana autoriza la operación. La ayuda incluiría insumos médicos, alimentos, agua potable y refugios temporales, y está diseñada para llegar directamente a las personas afectadas, sin pasar por estructuras estatales que podrían obstaculizar su distribución.
Esta situación representa una oportunidad excepcional de cooperación humanitaria, pero también un desafío político para La Habana, que históricamente ha rechazado intervenciones extranjeras directas bajo el pretexto de proteger la soberanía nacional. La decisión del régimen de aceptar o rechazar la ayuda podría afectar la percepción internacional sobre su capacidad y disposición para atender a su población en emergencias.
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