En los últimos días, diversas publicaciones en redes sociales y medios independientes como La Tijera News han dado cuenta de una realidad cada vez más tensa en Cuba. Por un lado, el aumento de los accidentes de tránsito en carreteras en mal estado, y por otro, las expresiones públicas de descontento social, como el cartel contra el régimen aparecido en Artemisa, son señales alarmantes de una sociedad que parece estar al borde de un nuevo estallido.
Un accidente particularmente grave fue reportado en la carretera que conecta Holguín con Bayamo, a la altura del municipio de Cacocum. Las imágenes compartidas muestran un vehículo completamente destruido, lo que ha generado preocupación entre los usuarios de redes sociales, quienes denuncian el pésimo estado de las vías como la principal causa de este tipo de tragedias.
En comentarios recogidos por la página Accidentes en Cuba, varios ciudadanos de la zona coinciden en que los baches, la falta de señalización y la escasa iluminación convierten esa ruta en una trampa mortal.
Paralelamente, en la provincia de Artemisa, apareció un cartel de gran tamaño en un puente elevado de la localidad de Caimito. El mensaje, directo contra la dictadura, refleja el hartazgo de un pueblo que lleva más de seis décadas soportando represión, escasez y pobreza extrema.
La imagen, compartida por el medio independiente ICLEP y replicada por La Tijera, se ha vuelto viral entre los cubanos dentro y fuera de la isla, quienes ven en este tipo de manifestaciones una muestra clara de que el miedo se está transformando en resistencia.
Ambos hechos, aunque distintos en naturaleza, convergen en un mismo punto: el deterioro constante de la calidad de vida en Cuba y la inminencia de un nuevo estallido social. La frustración por servicios públicos deficientes, como la mensajería nacional de correos, también catalogada por muchos como “un robo institucionalizado”, contribuye a este clima de malestar generalizado.
Lo que ocurre hoy en las calles de Cuba —ya sea en forma de accidentes evitables o carteles desafiantes— es el reflejo de un país que clama por cambios urgentes. La pregunta ya no es si habrá un nuevo estallido, sino cuándo.