El municipio de Sagua de Tánamo, en la provincia de Holguín, sigue siendo uno de los territorios más golpeados por el paso del huracán Melissa, una tragedia cuya recuperación continúa siendo lenta y profundamente desigual. La crecida del río Sagua de Tánamo inundó varias zonas urbanas, provocando pérdidas totales para decenas de familias que aún hoy intentan rehacer lo poco que les quedó.
A esto se suma un período crítico de más de dos meses sin suministro de agua, debido a la rotura de la bomba principal que abastece al municipio. La población ha debido enfrentar la escasez casi absoluta de agua potable, además de largos apagones, falta de alimentos y un proceso de reconstrucción que avanza con evidente lentitud. Mientras tanto, la ayuda gubernamental ha sido insuficiente y fragmentada, dejando a los habitantes en un estado de vulnerabilidad extrema.
En este contexto, el presidente Miguel Díaz-Canel realizó este viernes una visita al territorio. Como ya es habitual en sus recorridos tras desastres naturales, el gesto tuvo un marcado carácter simbólico y propagandístico. El mandatario caminó por algunas calles, conversó brevemente con vecinos seleccionados y fue rodeado por cámaras oficiales. Sin embargo, no llegó con soluciones concretas, materiales de construcción, alimentos, agua o recursos urgentes para las familias damnificadas.
El momento que más llamó la atención en redes y medios oficiales fue cuando un residente, presentado como portavoz espontáneo de los damnificados, le dijo al gobernante: “Váyase tranquilo, presidente, que Sagua se levanta.”
La frase, repetida y amplificada en la prensa estatal, intenta transmitir una imagen de optimismo, fortaleza y respaldo popular. Pero para muchos sagüeros, resulta una afirmación que no representa su realidad ni su sentir.
Porque detrás de esas palabras persiste una paradoja dolorosa: ¿cómo puede levantarse un municipio sin agua, sin luz estable, sin alimentos y sin apoyo suficiente? ¿Cómo puede hablarse de recuperación cuando cientos de familias siguen durmiendo entre escombros, viviendo de donaciones vecinales y enfrentando la indiferencia institucional?
El comentario del vecino —probablemente motivado por la presión de hablar ante cámaras, por la presencia de autoridades o por el deseo de no generar conflictos— se ha interpretado como un reflejo más de ese guion oficial que insiste en exaltar la “resiliencia” del pueblo mientras se esquivan responsabilidades.
Lo cierto es que Sagua de Tánamo no se levanta por arte de voluntad, sino gracias al esfuerzo de su gente, de familiares que envían remesas, de vecinos que se ayudan mutuamente para limpiar calles, reparar techos y compartir lo poco que tienen. Es la solidaridad ciudadana, no las visitas presidenciales, lo que ha sostenido al municipio en estos dos meses de precariedad.
La frase que pretendía ser un elogio al gobierno terminó evidenciando lo contrario: la distancia entre el discurso oficial y la vida real de los cubanos afectados. Porque mientras las cámaras captaban sonrisas forzadas, la realidad de Sagua de Tánamo sigue marcada por el abandono y la necesidad, y ningún mensaje ensayado puede ocultarlo.
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Hace 20 horas