Según un reciente y contundente análisis publicado por The Economist, Cuba afronta uno de los momentos más críticos de su historia contemporánea. El prestigioso medio británico describe un país al borde del colapso económico y social, atrapado entre la ineficiencia de su modelo estatal, el deterioro acelerado de la vida cotidiana y una migración masiva que está vaciando la isla de su fuerza laboral y profesional.
The Economist expone que hoy resulta casi incomprensible cómo sobreviven los cubanos con salarios estatales que, en su mayoría, equivalen a menos de 15 dólares al mes al tipo de cambio informal. Profesionales como médicos o maestros viven con sueldos que no alcanzan ni para comprar una docena de huevos, cuyo precio supera los 2.800 pesos. La canasta básica es impagable para quienes dependen del Estado, y la crisis ha llegado a tal punto que el Programa Mundial de Alimentos, tradicionalmente enfocado en zonas de África y Asia, ahora asiste a niños cubanos en riesgo de desnutrición.
A esto se suma un deterioro severo de los servicios públicos. Los cortes eléctricos de cuatro horas diarias —y en algunos lugares casi permanentes— convierten el calor en un tormento. El agua escasea en numerosos municipios, dificultando actividades tan básicas como cocinar o asearse. De acuerdo con estudios citados por The Economist, el 89% de las familias vive en pobreza extrema, el 70% se salta al menos una comida al día, y los adultos mayores continúan trabajando porque sus pensiones son insuficientes.
El transporte público prácticamente ha desaparecido. Las guaguas son escasas, las colas para obtener gasolina duran días y muchas gasolineras exigen pagar en dólares, una ironía amarga en un país cuya élite gobernante aún predica un discurso antiestadounidense. El resultado es una movilidad paralizada y una vida cotidiana cada vez más insostenible.
Frente a este panorama, millones de cubanos han optado por emigrar. The Economist señala que hasta una cuarta parte de la población ha salido del país en los últimos cinco años. Solo en 2023 se registraron más de 788.000 emigrados. La tasa de natalidad, por su parte, ha caído a niveles alarmantes: 1,29 hijos por mujer, una cifra que vaticina un futuro aún más incierto para el país.
El éxodo ha golpeado especialmente a profesionales y sectores clave. La cantidad de médicos de familia se ha reducido a la mitad, al igual que el cuerpo de baile del Ballet Nacional. La CEPAL incluso sitúa a Cuba en el último lugar de América Latina en productividad laboral, por debajo de Haití.
La economía, mientras tanto, se encuentra en estado crítico. La industria azucarera —antiguo orgullo nacional— produce apenas 150.000 toneladas, la cifra más baja en más de un siglo. El turismo no se recuperó tras la pandemia y los hoteles estatales permanecen semivacíos. La inflación se mantiene elevada y el peso cubano se ha desplomado a cerca de 450 por dólar en el mercado informal.
En medio del desastre, el único rayo esperanzador, según The Economist, viene del sector privado, que desde la apertura parcial de 2021 ha creado más de 11.000 pequeñas y medianas empresas. Hoy representan el 55% del comercio minorista y emplean a un tercio de la fuerza laboral. Sin embargo, el Gobierno sigue atrapado en su ambivalencia: necesita al sector privado para que el país no colapse por completo, pero lo teme porque podría erosionar su control político.
El régimen, encabezado por Miguel Díaz-Canel pero aún influenciado por Raúl Castro, carece de un liderazgo reformista que impulse cambios al estilo de Gorbachov. La oposición está fragmentada, la prensa oficial permanece silenciada y las voces críticas enfrentan cárcel o vigilancia constante.
The Economist concluye que Cuba se dirige hacia un punto de quiebre: un sistema agotado, incapaz de reformarse, y una población exhausta, pero sin alternativas claras para impulsar un cambio político. Como expresó un taxista entrevistado para el reportaje, “este sistema está tan mal que es irreparable. Solo queda empezar de cero”.
(Con información de Infobae)
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