Un primer lote de automóviles Moskvich modernos, donados por el gobierno de Moscú, comenzó a circular esta semana en La Habana, marcando el inicio visible de un nuevo acuerdo de cooperación con Rusia en plena crisis del transporte cubano.
La prensa oficial y las autoridades celebraron la entrega como un “gesto solidario” en un contexto económico que muchos comparan con los años más duros del Período Especial. Los vehículos fueron prometidos por el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, durante la visita de Miguel Díaz-Canel a la planta automotriz Moskvich en mayo, una fábrica reactivada recientemente bajo control estatal con asistencia tecnológica china.
Durante la ceremonia de recepción, realizada en el Hospital Salvador Allende, la gobernadora de La Habana, Yanet Hernández, aseguró que estos autos serán destinados a programas del Sistema de Atención Materno Infantil, así como a tareas logísticas de los sectores de salud y educación.
Por su parte, funcionarios rusos se encargaron de subrayar la narrativa política del gesto. El diplomático Vitaly Sprinchan describió los nuevos autos como parte del “renacimiento de la industria automotriz rusa”, mientras que Serguéi Pakhomenko, primer consejero de la embajada rusa, los presentó como expresión de la “hermandad entre los pueblos”.
Para muchos cubanos, la marca Moskvich tiene un significado particular. Los viejos modelos soviéticos —como el 2140 o el 1500— formaron parte del paisaje automotriz de Cuba durante décadas. Aún hoy sobreviven en algunas provincias gracias a la inventiva mecánica local: motores adaptados, piezas recicladas y reparaciones casi artesanales. Eran, junto a los Lada y Volga, símbolos de otra era… y también del ingenio obligado de un país acostumbrado a resolver sin recursos.
Pero el contraste con la realidad actual es inevitable. Mientras estos nuevos Moskvich llegan como “donación” oficial, el sistema de transporte público cubano está al borde del colapso:miles de rutas paralizadas,escasez crónica de combustible,ómnibus obsoletos,y una población exhausta que depende de coches particulares, carretas o taxis ilegales para moverse.
En ese escenario, los autos donados por Rusia parecen más un gesto político que una solución real. Un alivio puntual en un mar de necesidades que continúa creciendo, especialmente en La Habana, donde moverse de un municipio a otro se ha vuelto un desafío diario.
Los nuevos Moskvich brillan en las ceremonias oficiales. Mientras tanto, la mayoría de los cubanos sigue esperando un transporte que funcione.
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