La tranquila aldea de Papiri, en el estado de Níger, Nigeria se vio sacudida por un secuestro masivo que dejó a la comunidad en estado de shock. Un grupo de hombres fuertemente armados irrumpió en el internado católico St Mary’s y se llevó a más de 300 niños, dejando a los padres atrapados en un sentimiento de impotencia y desesperación.
Testigos relatan escenas que parecen sacadas de una pesadilla. Theo, padre de uno de los menores, describió cómo observó a los secuestradores moviéndose en fila, ordenando a los niños caminar como si fueran ganado. Algunos menores tropezaban o caían al suelo, recibiendo patadas y gritos para que se incorporaran, mientras alrededor, más de cincuenta motocicletas transportaban a los hombres armados.
Intentar ayudar era imposible. Theo confesó que aunque quería correr a enfrentar a los secuestradores, la realidad lo detuvo: “No podía hacer nada, no tenía manera de salvarlos por mi cuenta”. La policía llegó demasiado tarde y la frustración de los padres se intensificó. La sensación de vulnerabilidad y la falta de respuesta inmediata del gobierno nigeriano han generado indignación en toda la región.
Hasta ahora, se ha confirmado que 303 estudiantes y 12 empleados del internado fueron capturados, mientras que unos 50 niños lograron escapar del ataque y reunirse con sus familias. El obispo Bulus Bawa Yohanna, presidente de la sección de Níger de la Asociación Cristiana de Nigeria, ha estado al frente del esfuerzo para recopilar los nombres de los menores secuestrados y coordinar con las autoridades y organizaciones locales para su pronta liberación.
El impacto de este secuestro no se limita a las familias afectadas. La comunidad educativa de Papiri y los vecinos del estado de Níger sienten un profundo temor por la seguridad de sus hijos y cuestionan la efectividad de las fuerzas de seguridad.
El evento evidencia un patrón alarmante de ataques a escuelas en la región y pone en relieve la necesidad urgente de medidas más efectivas para proteger a los niños y garantizar la paz en las zonas rurales.
Según información trascendida del lugar, este es el tercer secuestro similar en una semana.
Mientras las autoridades trabajan para negociar la liberación de los menores, los padres viven cada hora con incertidumbre, temiendo por la integridad física y emocional de sus hijos. Este caso ha vuelto a poner en primer plano la grave crisis de seguridad que enfrenta Nigeria, donde los secuestros masivos continúan siendo un problema recurrente y devastador para las comunidades más vulnerables.
Fuente: BBC África
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