Un cuadrangular de Frederich Cepeda este martes, lo ubica como líder en carreras empujadas de las Series Nacionales en Cuba, y diluye el malestar espirituano. Lo incómodo para los "Gallos" viene de la subserie entre Sancti Spíritus y Artemisa, marcada por una mezcla de crisis y desgaste que dejan al actual campeonato en evidencia de sus profundas fracturas.
Para los Gallos, el mayor desafío no estuvo únicamente en la ofensiva artemiseña ni en la calidad del pitcheo rival: el verdadero partido se perdió fuera del terreno, entre peloteros enfermos, una logística deficiente y una alimentación insuficiente que marcó —para mal— su estancia en Artemisa.
Miembros del equipo denunciaron que varios jugadores llegaron con malestar físico, lo cual ya condicionaba el rendimiento. Pero lo más alarmante fueron los reportes sobre la precaria alimentación recibida: desayunos mínimos, “poco o apenas algo para empezar el día”, y comidas pobres en calidad y cantidad, muy lejos de los estándares que durante más de una década solían garantizarse en eventos nacionales.
En un deporte de alta exigencia física, fallar en algo tan básico como la nutrición no solo es un descuido: es un obstáculo directo al rendimiento y a la salud del atleta.
A este clima complejo se sumó un gesto que, aunque simbólico, tuvo peso emocional: un mensaje de aliento enviado por su ex–manager, Eriel Sánchez, quien renunció esta misma temporada antes de recibir la sanción que se esperaba. Consciente del duro momento que vivían sus antiguos dirigidos, Sánchez les transmitió respaldo, ánimo y reconocimiento por el esfuerzo que estaban haciendo en medio de condiciones adversas. Para muchos jugadores, ese apoyo llegó como un recordatorio de que no estaban completamente solos en su batalla.
El malestar colectivo del equipo espirituano no se reduce a esta subserie: revela las grietas de un sistema que se deteriora y que afecta por igual a diversas provincias. Artemisa ganó en el terreno —como corresponde al deporte—, pero la desigualdad de condiciones deja un sabor amargo y exige una reflexión más profunda.
Porque si el béisbol cubano aspira a mantener un mínimo de competitividad, no puede permitir que la mala alimentación, la enfermedad y la falta de condiciones se conviertan en rivales más poderosos que el contrario. La pelota se juega en nueve entradas, pero también en la mesa, en el descanso y en la dignidad del atleta. Y cuando fallan esos fundamentos, inevitablemente falla todo lo demás.
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