La crisis energética en Cuba volvió a recrudecerse este jueves tras la salida imprevista de la unidad 3 de la termoeléctrica de Cienfuegos, uno de los pilares del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). La avería, causada por una falla automática, elevó a niveles críticos el déficit de generación en la Isla, que ya venía arrastrando problemas estructurales por el deterioro de sus infraestructuras, la falta de mantenimiento y la escasez de combustible.
Según datos oficiales, el país enfrentó este jueves un déficit de 1.223 MW durante la mañana, que podría ascender a 1.482 MW en el horario pico de la noche, cuando la demanda nacional superará los 3.500 MW y la generación disponible apenas alcanzará poco más de 2.000 MW.
La situación ha obligado a la Unión Eléctrica (UNE) a programar cortes en todas las provincias, incluidos apagones rotativos en La Habana con horarios específicos. Sin embargo, "los residentes de zonas rurales e interiores del país denuncian interrupciones de más de 24 horas sin planificación ni avisos, lo que evidencia una gestión desigual del sistema eléctrico y una creciente percepción de injusticia territorial."
Las autoridades aseguran que la unidad de Cienfuegos podría reincorporarse rápidamente aunque no han detallado la magnitud real del daño ni ofrecido garantías sobre la estabilidad del servicio. Esta falta de transparencia ha erosionado aún más la confianza ciudadana en los planes oficiales de recuperación energética, que incluyen promesas de inversiones en plantas como Energás Jaruco o la incorporación de tecnología renovable con apoyo internacional, sin resultados visibles hasta ahora.
"El descontento social va en aumento, especialmente entre los jóvenes, que han comenzado a expresar su inconformidad a través de protestas pacíficas." Esta semana, estudiantes universitarios de Guantánamo y Cienfuegos se manifestaron en medio de los apagones nocturnos, denunciando las condiciones de precariedad en sus residencias: cortes eléctricos, falta de agua potable y carencias alimentarias. Las protestas fueron respondidas con amenazas por parte de autoridades académicas y del régimen, lo que ha encendido las alarmas sobre el deterioro institucional y el aumento de la tensión social en sectores tradicionalmente pasivos.
La combinación de problemas técnicos, desigualdad en la distribución eléctrica y falta de soluciones sostenibles mantiene a Cuba sumida en una crisis energética que, lejos de resolverse, se profundiza día a día con impactos severos en la calidad de vida y la estabilidad social.
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