Con asombro, los espirituanos vimos a Manuel Rivero Avella reaparecer en la televisión cubana como Director Provincial de Salud en La Habana, explicando el envenenamiento de una madre y su hija. Rivero, conocido en Sancti Spíritus como “el ladrón más grande” en el sector salud, fue acusado de malversación, abuso de poder y corrupción durante su gestión como Director Provincial de Salud y Diputado. Tras ser protegido en el Ministerio de Salud, resurge ahora en la capital.
Rivero tiene un historial de escándalos, como el robo de una computadora siendo director del hospital y negocios turbios en Trinidad. Su método siempre ha sido el mismo: desmantelar el departamento económico, despidiendo a quienes se negaran a firmar documentos fraudulentos y dejando solo a corruptos o cobardes. Así, maniobraba sin que su nombre apareciera en documentos comprometedores.
Uno de sus primeros conflictos fue con Gonzalo Crespo, conocido por Gonza, quien se negó a participar en el desvío de mármol en complicidad con una empresa de Fomento. La respuesta de Rivero fue forzarlo a renunciar y sancionarlo. El mármol desviaba recursos hacia faraónicas obras públicas y propiedades personales.
Otro negocio clave de Rivero fue el SIUM, el sistema de ambulancias. Estableció una red de contrabando a nivel nacional, usando ambulancias para transportar artículos robados e incluso pasajeros. Su mano derecha, Artinay, y su esposo Osbani, chofer del SIUM, manejaban las operaciones. Nadie se atrevía a cuestionar este “feudo particular” de Manuel.
Rivero también trajo a Guillermo Andrés de Valdivia, involucrado en negocios turbios en la Cruz Roja, para administrar su principal empresa pantalla: Mipymes TJ Garaje Mecánico PRO, dedicada a “arreglar” ambulancias que ellos mismos dañaban, cobrando tres veces su valor. Todo esto fue expuesto por el periódico Escambray.
El tráfico de influencias fue otra fuente de poder. Liberaciones laborales y misiones internacionales se otorgaban solo a quienes pagaban o eran parte de su círculo cercano. Un caso notorio fue el de Barreto, cuya hija había emigrado. Aun así, Manuel lo envió a México, desde donde desertó a EE. UU. Más tarde, liberó a su esposa, beneficiando nuevamente a su entorno.
La “gallina de los huevos de oro” de Rivero fue la construcción. Canceló contratos con empresas estatales para asociarse con privadas, como las dirigidas por Eduardo Javier, sancionado por desvío de recursos. Juntos impulsaron construcciones innecesarias pero rentables, utilizando mármol y materiales de alta gama. Rivero también remodeló propiedades personales, incluyendo la casa de su madre.
Durante su mandato, persiguió a los mejores especialistas de la provincia, obligando a muchos a emigrar o retirarse anticipadamente. Dondequiera que estuvo, Manuel Rivero Avella dejó una estela de corrupción, persecución y ruinas, consolidando su reputación como el “Rey Midas” a la inversa: todo lo que tocó lo convirtió en miseria.
Del perfil del escritor Rodolfo Alpízar
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