En Cuba, las palabras ya no alcanzan. Laritza Camacho, locutora y actriz cubana, expresa lo que muchos sienten: la necesidad urgente de soluciones concretas y no de promesas vacías. En su reciente publicación, deja claro que no maneja dólares, no gana en dólares y no compra ni vende con ellos. Su mensaje va más allá de la economía informal: es un llamado al sentido común y a la responsabilidad de quienes implementan políticas que afectan la vida cotidiana de millones.
La inflación y el desajuste económico son apenas la punta del iceberg. Según Laritza, 253 medidas no han logrado mejorar la situación; el ordenamiento monetario ha disparado los precios sin ofrecer beneficios reales. La ley de soberanía alimentaria existe, pero los cubanos siguen sin producir ni acceder a comida suficiente. Estas son preguntas que nadie parece responder: ¿por qué tantas leyes y decretos no producen cambios positivos? ¿Quién realmente se hace responsable de esta realidad?
Su reflexión no se queda en la crítica; plantea la necesidad de aumentar la "tasa de cambio" de la productividad, del orden y de lo justo. En otras palabras, un peso cubano debería reflejar lo que realmente produce y la sociedad necesita.
La urgencia de prosperidad no es solo un concepto económico: es un clamor por la dignidad, por la justicia y por una vida mejor para todos los ciudadanos. La metáfora del termómetro, dice Laritza, ya no importa; lo importante es que haya soluciones reales que restauren la salud de la economía y la cohesión de la sociedad.
Este llamado invita a la acción individual y colectiva. La responsabilidad empieza por cada ciudadano, pero también exige que quienes tienen poder para implementar cambios actúen con eficacia. La prosperidad de un país no se logra con discursos o con palabrería: requiere decisiones valientes, coherentes y responsables.
Laritza nos recuerda que la ciudadanía también tiene un rol activo: primero uno mismo, primero asumir la responsabilidad de contribuir al cambio.
Su mensaje es un grito de sentido común. En un país donde las soluciones no llegan, donde la inflación devora los ingresos y donde la producción no satisface las necesidades básicas; queda claro que solo con responsabilidad, orden y productividad se puede aspirar a la verdadera prosperidad. La Cuba de hoy necesita respuestas, acción y resultados, no excusas ni culpables.
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