La historia de Melony Granados ha conmocionado a Arizona y a todo Estados Unidos. La menor, de apenas 13 años, padecía epilepsia y un deterioro cognitivo severo que la hacía comportarse como una niña de tres. Lo que debía ser una vida protegida y llena de cuidados se convirtió en una pesadilla: fue mantenida durante largos periodos dentro de una jaula improvisada, en condiciones deplorables y sin la mínima atención que merecía.
El 21 de enero, la abuela de la pequeña, Virginia Luján, llamó al 911 alegando que Melony estaba inconsciente. Cuando los agentes llegaron a la vivienda, hallaron una escena desgarradora: la niña yacía en el suelo, con moretones, llagas y signos de abandono extremo. La casa, según el reporte policial, estaba llena de basura e infestada de insectos. En una litera, los investigadores encontraron una jaula hecha con barandillas de cuna y puertas para bebés, donde había excrementos humanos. Allí, presuntamente, Melony pasaba la mayor parte del tiempo.
La menor fue trasladada de urgencia al hospital, pero falleció al día siguiente a causa de un paro cardiaco. El forense del Condado Maricopa confirmó que la causa de muerte fue homicidio por abuso prolongado.
Luján, de 56 años, fue arrestada y acusada de múltiples delitos, entre ellos abuso infantil y manipulación de pruebas. Alegó que la niña se había caído por las escaleras, pero las evidencias desmintieron su versión. En septiembre, la abuela murió en prisión por causas naturales antes de enfrentar juicio.
La madre de Melony, Jami Hodges de 33 años también fue acusada de abuso y negligencia. Había cedido la custodia de cuatro de sus cinco hijos a su madre, incluyendo a la pequeña Melony. Los otros menores fueron entregados al Departamento de Seguridad Infantil de Arizona.
El caso sigue bajo investigación y ha reabierto un debate nacional sobre la supervisión de familias en riesgo y la eficacia de los sistemas de protección infantil. Mientras tanto, Melony se ha convertido en símbolo de los niños que sufren en silencio.
Su historia, llena de dolor e injusticia, recuerda la urgencia de no mirar hacia otro lado cuando un niño necesita ayuda. Porque el silencio —como en el caso de Melony— puede ser mortal.
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