La historia de Yania, 27 años e Inés 32 estremece a miles de cubanos dentro y fuera de la Isla. Ambas dejaron detrás a sus hijas pequeñas, movidas por la desesperación y el hambre, con la promesa de un trabajo digno en Surinam.
Unos supuestos “gestores de viajes” les aseguraron que podrían trabajar como camareras y enviar dinero a sus familias. Pero al llegar a Paramaribo, el sueño se transformó en una pesadilla.
Les informaron que tenían una deuda de 6.000 dólares con los traficantes que las ayudaron a salir de Cuba, y que la única manera de pagarla era prostituyéndose. Sin documentos, sin contactos y bajo amenazas, fueron obligadas a vender su cuerpo en un país que no conocían, vigiladas constantemente y con miedo a represalias si intentaban escapar.
El testimonio, revelado por Diario de Cuba y compartido por el periodista Mario J. Pentón, ha desatado una ola de reacciones en redes sociales. Algunos culpan a las jóvenes por haber sido “ingenuas”, mientras otros señalan que son víctimas del sistema que las empujó al abismo.
“La necesidad del cubano es una de las más grandes en la tierra —comentó un lector—, no solo por el hambre, sino por la falta de libertad y esperanza”.
Las voces se multiplican con un mensaje común: alertar a otras mujeres que sueñan con salir de la Isla sin medir los riesgos. “Nada en este mundo es gratis —escribió una usuaria—, y quien promete un viaje sin costo siempre esconde un precio terrible”.
El caso de Yania e Inés no es aislado. En los últimos meses, organizaciones internacionales han advertido del creciente tráfico de mujeres cubanas hacia destinos como Guyana, Surinam o Trinidad y Tobago, donde muchas terminan atrapadas en redes de explotación sexual.
Mientras tanto, en Cuba, sus hijas esperan sin saber si volverán a ver a sus madres. Una historia que duele, que avergüenza y que debería ser escuchada. Porque detrás de cada mujer que huye, hay un país que la empuja, y detrás de cada silencio, hay una tragedia que se repite.
Que la necesidad no te haga ciega. Infórmate, pregunta, no confíes en promesas fáciles.
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