La reciente publicación de la Dirección Provincial de Transporte en Sancti Spíritus, que exhorta a los pasajeros a mantener la limpieza en los ómnibus, ha desatado una fuerte polémica en redes sociales.
La entidad mostró imágenes del interior de varios vehículos repletos de basura, restos de comida y envases tirados en el suelo, evidencia de un problema mucho más profundo que la simple falta de higiene: la pérdida de valores en una sociedad que lleva más de seis décadas escuchando discursos sobre educación y civismo, pero que en la práctica ha olvidado ambos.
El comunicado oficial señala que los pasajeros se quejan constantemente de la presencia de cucarachas y suciedad, pero que muchos son los primeros en ensuciar. “Critican las cucarachas, pero dejan la basura dentro del ómnibus”, afirma el texto.
Esta contradicción refleja el deterioro del sentido de responsabilidad individual y colectiva, un fenómeno visible no solo en el transporte público, sino en casi todos los espacios de la vida cotidiana cubana.
Durante 65 años, el régimen ha presumido de un sistema educativo “gratuito y universal”, pero esa enseñanza no ha logrado formar ciudadanos respetuosos, disciplinados ni conscientes del bien común. Las calles sucias, los parques abandonados, los baños públicos en ruinas y el comportamiento agresivo o indiferente en la vía pública son síntomas de un país donde se perdió la noción de orden y decoro.
“Limpio no es quien limpia, sino quien cuida”, escribió una usuaria en respuesta al comunicado, resumiendo en una frase lo que se ha desvanecido: el valor del respeto, la empatía y la convivencia.
Cuba no solo necesita transporte nuevo o más inspectores, sino una profunda reeducación moral. Porque la verdadera crisis del país no está solo en su economía, sino en la pérdida de aquello que una vez definió al buen cubano: la decencia.
Del perfil de Loidel Gaínza
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