Aunque Ulyk Anello (La Habana, 1970) salió de Cuba de forma repentina hace apenas seis meses, el “simple hecho” de pensar en sus hijos le da fuerza para seguir adelante en medio de la “locura” que es emigrar a Estados Unidos con más de 50 años, “problemas con el idioma” y una familia detrás.
Pero el actor cubano, tan conocido por arremeter contra la ineficiencia del “presidente” Miguel Díaz-Canel en septiembre pasado, como por ocupar planos estelares dentro de la televisión nacional, está “bastante satisfecho” con la carrera que ha hecho “hasta ahora”. “Estoy contento con ella pero, si hay que terminarla, se termina”, explica sin miedo a la posibilidad de no poder volver a actuar.
Quien encarna a Cosme en la telenovela ‘Asuntos Pendientes’, que actualmente se transmite en Cuba, hizo un técnico medio en Sistema Eléctrico Industrial para decirle a su padre: “Aquí tienes, terminé contigo”, antes de tener la suerte, como otro actor que admira mucho, Aramis Delgado, de hacer personajes negativos que “a la gente le gustan”.
“Me dicen horrores en las redes. Horrores dicen de Cosme, como antes lo hicieron de Pedro Pablo. A la gente le gusta verme de malo y eso me da mucha satisfacción”, insiste al recordar dos de los mejores personajes “de malo” que ha interpretado en los culebrones cubanos.
Según confiesa a CubitaNOW, nunca está conforme cuando se pone a ver las escenas que hace porque es muy “autocrítico”. “Quiero que la gente siga enganchada con la novela, con uno capítulo detrás de otro”, afirma sin querer adelantar mucho de “la escena cumbre” de Cosme y sin dejar de aclarar que, en estos momentos, “lo único que me interesa es el futuro de mis hijos”.
-No pocas personas piensan que emigrar con más de 50 años a Estados Unidos es una locura. ¿Te dio miedo hacerlo?
-Realmente es una locura venir con esta edad. Es una locura, pero, tomando vitaminas, comiendo bien, se sigue; no hay cansancio que valga. Sí me dio un poco de miedo, pero la decisión ya estaba tomada en el momento en el que tuve que salir de Cuba y me lancé. Justo hasta que me bajé en el aeropuerto de aquí de Miami, para mí fue como una pesadilla. La travesía mía no fue tan complicada como otras que ha habido, pero siempre es un riesgo porque te vas a enfrentar a gente que no conoces en lo absoluto y te estás poniendo en sus manos a ver qué pasa. Y yo había escuchado tantas historias: gente secuestrada, gente que mataban, mujeres que violaban. Me preguntaba entonces: “¿Qué estoy haciendo?”. Pero siempre se me ponía la imagen de mis hijos delante y eso me dio fuerzas para seguir.
-Antes de hacer aquella directa a finales de septiembre en Cuba, ¿habías tomado ya la decisión de irte? ¿Sabías que después de eso te irías del país?
-No, para nada. Yo desde 2013 tenía residencia mexicana así que podía haberlo hecho en cualquier otro momento, pero me fui acomodando, me aparecían trabajos y a mí mi trabajo me encanta, yo estoy enamorado de mi trabajo. Después llegaron los niños y eso me aguantó un poco. Pensaba en hacerlo, pero de una manera legal, organizada. Yo me levanté ese día (que pasó el ciclón por Pinar del Río, aunque yo creo que el ciclón pasó por la cabeza de esa gente que dirige el país porque, ¿cómo es posible que pase por Pinar del Río y se quede toda Cuba sin corriente(eléctrica)? No creo en ninguna de las justificaciones que dieron), después de cuatro sin corriente y cuando abrí la nevera de la casa lo que sentí fue el olor de la comida echándose a perder, y me cegué.
-¿Alguien intentó detenerte?
-No di tiempo. Normalmente cuando escribía algún texto en contra de aquello o quería decir algo, salía mi hermana a decir: “Oye, mira, estáte tranquilo”, que si el trabajo, que si los niños. Y mi esposa también. Pero ese día no dije nada. Ese día me levanté, me preparé un café, me fumé un cigarro y después de abrir la nevera cogí el teléfono y me senté en la terraza de mi casa. Cuando vinieron a darse cuenta ya estaba hecho. Al rato de haber pasado aquello es que yo caí en conciencia y me dije a mí mismo: “Wao, ¿qué hice?”. Pero bueno me respondí: “Ya está hecho, ahora para adelante a lo que venga”.
No fuimos a casa de una amiga de mi esposa a llevar la comida sana para intentar salvarla y estuve en casa de esa persona, donde había corriente, todo el día. Yo no tenía idea de la connotación que había tomado aquello. De hecho, lo vine a saber en el momento que hablé con Carlucho por WhatsApp, que me pidió una entrevista y me preguntó si yo había visto ya los números de la directa que yo había hecho. Esa misma noche tumbaron la conexión en Cuba. Sólo pude hacer otra entrevista que tenía pendiente con ‘La casa de Maka’ por vía telefónica.
-La razón principal que te hizo emigrar, según tú mismo has admitido, fueron tus hijos. ¿Cuán difícil es mantener a un niño en la isla hoy?
-Es muy muy difícil porque no hay nada. No hay dinero. No hay comida. No hay absolutamente nada. Entonces, mientras tú no tienes un hijo, tú en esas cosas no piensas, esas cosas no te preocupan. Pero, una vez que tienes un hijo tu mentalidad cambia. Es un chip que el mismo cuerpo activa y empiezan las preocupaciones.
"Yo tuve ciertos privilegios porque todo el mundo me conocía y acudí a muchas personas para pedir ayuda y darle de comer a mis hijos. Pero si no tienes esos amigos, que todo el mundo te conozca, una remesa… no sé cómo se las arreglan, de verdad. El mismo gobierno te está enseñando a que robes, a que vayas a la bolsa negra. Si tú no me lo das yo tengo que buscarlo de donde sea".
-¿Cuál fue la peor forma de censura que te tocó vivir en Cuba?
-Lo que me pasó con 'Tras la Huella'. A raíz de la telenovela 'El rostro de los días' yo le di una entrevista a Pedro Sevcec para su programa ‘A fondo’, pero fue solamente para hablar del fenómeno que estaba pasando en Cuba con la novela, no se habló absolutamente nada de política. Y al cabo del tiempo me empiezo a preguntar por qué no me llamaban de ‘Tras la Huella', que era un programa que me gustaba hacer porque me daba la posibilidad de hacer muchos personajes: hice asaltado, asaltante, forense, travesti, de todo.
"En una feria un día un colega me dice: “Oye, te vimos en la lista negra de ‘Tras la Huella’. Empecé a indagar entonces hasta que un día me dijeron que yo le había dado una entrevista a Pedro Sevcec, que habla de todo lo mal que está Cuba, y porque pusiste una flor blanca en tus perfiles de Facebook e Instagram.
"Además, en 2007, yo estrené ‘Fátima o El parque de La Fraternidad’, el cuento de Miguel Barnet, en el que Fátima hablaba de su relación con los policías. Un día fueron a ver la función Mariela Castro y Abel Prieto, que era entonces el ministro de Cultura, y hubo alguien que fue al camerino para que quitara una parte del diálogo, que había estado desde el estreno, porque ellos estaban afuera.
"Hasta justo el minuto antes de yo decir el texto estuve convencido de que lo iba a decir, pero me pasaron un montón de cosas por la cabeza, de lo que podía pasar, si me censuraban Fátima y nunca más lo iba a hacer, y no lo hizo. En Cuba la censura está a la orden del día, en todo momento. Incluso cuando estás haciendo una novela hay textos que desde el ensayo el director está cambiando".
-Porque también existe mucha autocensura…
-Es que nos han censurado tanto que ya uno lo tiene incorporado dentro.
-¿Qué has estado haciendo para mantenerte a flote en Estados Unidos?
-Los primeros cinco meses he vivido de la ayuda de amigos y de la que te da el Gobierno. También me han ayudado mi hermana y mi suegra. Pero ha sido un proceso lento porque hay que tener permisos para todo y mucha paciencia. Logré sacar mi licencia de conducir y con una Scooter de gasolina que me compré he estado haciendo delivery de comida. Con eso me he ido bandeando, con tremendo orgullo, sin importarme lo que digan. De hecho en Cuba, donde tuve carro, yo “taxeaba” y la gente se subía y me decían: “¿Tú no eres el artista de la televisión? ¿Qué tú haces ‘taxeando’?”. Y yo les tenía que explicar que había que comer y que si yo no hacía una telenovela o una obra de teatro, no cobraba. Ya hice mi asilo político y estoy esperando mi permiso de trabajo. Y además estoy de doorman en un hotel.
-¿Qué es lo peor y lo mejor de esta nueva forma de vida?
-Lo peor es que no se trabaja como en Cuba, donde vas a trabajar para que te paguen un salario. Aquí sí hay que trabajar de verdad. Pero no le tengo miedo al trabajo. Lo bueno es que sabes que estás trabajando y que vas a ver los beneficios en algún momento. En Cuba no pasaba eso. En Cuba uno se mataba trabajando cinco, siete o diez años, sin coger vacaciones, y al final tú decías: “¿Qué tengo?”, porque al final ni a un hotel de “todo incluido” podías ir y cuando ibas estabas gastando tu dinero porque no servía aquello: la comida mala, el servicio mal.
-¿Qué se siente saber que con el personaje de Cosme, en ‘Asuntos Pendientes’, te despides de la pequeña pantalla cubana?
-Hace mucho tiempo, incluso antes de esta novela, yo estaba pensando en salirme de allí, pero con toda la familia, no tan intempestivamente como lo hice. Soy de los que pienso que mi carrera en Cuba llegó al tope, a lo máximo que se podía llegar allí. De allí para allá no había absolutamente más nada. De ahí en adelante lo que me tocaba era asegurarle el futuro a mis hijos y, con tremenda convicción, si no tengo que actuar más, no me duele, no me interesa.
"Si aparece un proyecto, perfecto; no descarto la posibilidad ni siquiera de que aquello algún día cambie para que todos los cubanos se sientan bien y yo pueda regresar, a lo mejor haciendo de abuelo de alguien, pero no importa, es trabajo igual. Si se presenta la oportunidad, qué bueno; pero si no, no pasa nada".
-¿Cómo te hubiera gustado que funcionara Cuba? ¿Cuál es el país que tú hubieras querido que fuera Cuba?
-Me hubiera gustado que fuera un país próspero, democrático, libre, en el que tú caminaras por la calle y vieras la felicidad de la gente en la cara. Pero lo peor es el sistema, el gobierno. Cuando mi padre estaba en vida, no podíamos hablar de política. Siempre terminamos fajados porque yo no entendía ciertas cosas por más que él intentara explicarlas. Para nadie es un secreto que el comunismo ya no funciona en ningún lugar. Eso que está pasando en Cuba para mí es el capricho de cuatro viejos retrógrados que han vivido toda la vida de la teta del comunismo y no lo quieren perder, no quieren soltar eso. Y siguen la misma carrera de este señor, el de la barbita, del que no quiero ni mencionar su nombre, de adoctrinar a la gente con que el comunismo es lo mejor, cuando para nadie es un secreto que eso no sirve, que no funciona.
"La misma Unión Soviética, que era de donde nosotros vivíamos, no funcionó y se cambiaron. Entonces, lo primero que hay que hacer en ese país es abolir el comunismo, pero radical. No creo que eso vaya a pasar, aunque tengo un poquito de fe, todavía me queda. Cuando lo vea lo creo, porque llevo la mitad de mi vida creyendo que va a cambiar y no pasa nada. Por eso me salí".
-¿Hay alguna posibilidad futura de verte actuando en Miami?
-Sí. Hay propuestas por ahí. Tengo un buen amigo que ha hecho una versión de una obra de teatro y pretende estrenarla para finales de año o principios del próximo. Aquí la televisión, por decirlo de alguna manera, ya la tienen copada los humoristas. En este país no hay una productora que se dedique a hacer series, telenovelas, ese tipo de cosas, y es una lástima porque hay un potencial muy bueno, hay actores excelentes aquí, conocidos y no conocidos en Cuba, pero, si aparece algo, por supuesto lo voy a hacer.
-¿Hasta qué punto pueden ser las redes sociales la manera de que un actor se sostenga en Estados Unidos?
-Me parece que es una de las mejores opciones que tenemos los actores que salimos de Cuba. Como es tan difícil seguir la profesión aquí creo que es la mejor plataforma porque, si logras posicionarte, puedes monetizar y cobrar por eso. Ahora que Yía Caamaño llegó aquí estamos grabando pedacitos de historias para Instagram.
-¿Cómo quisieras que te recordara el público que te siguió y te sigue desde la isla?
-La gente me agradece muchísimo el que haya llegado a este país. El hecho de ser figura pública es una presión muy grande. Es complicado. No todo el mundo sabe llevarlo. A veces las personas no entienden que somos seres humanos y que podemos tener un día malo y que de todas formas tenemos que salir a la calle.
"Uno debe tener mucho tacto siempre para no dar una mala contesta a nadie. Creo que es de lo principal que uno debe tener como artista, además de la sencillez, de la humildad. El público no tiene la culpa de lo que te está pasando, ni lo sabe. Tú puedes estar muy deprimido, muy molesto, pero hay que tener el tino para, cuando te aborda alguien, darles tu mejor contesta.
"Yo me he caracterizado por ser muy sencillo. A todo el que me aborda en la calle yo lo atiendo y eso la gente lo agradece mucho. Quiero que la gente me siga mirando así. Ya hoy la gente lo entiende: los de aquí, los de allá, los del resto del mundo, que hay que salir de allí, porque no hay de otra. No porque haya llegado a este país o de aquí a dos años me gane la lotería y me haga millonario, voy a dejar de ser yo mismo".
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