La tensión geopolítica entre Estados Unidos y Venezuela alcanzó un nuevo punto crítico esta semana, luego de que el secretario de Defensa estadounidense Pete Hegseth declarara que Washington está dispuesto a “usar su poder para destruir a los narcoterroristas” que, según afirma, operan bajo el amparo del gobierno de Nicolás Maduro.
En declaraciones a la cadena Fox, Hegseth aseguró que existen pruebas contundentes de la implicación directa del mandatario venezolano en redes de narcotráfico transnacional. “Lleva años involucrado en el envío de drogas hacia nuestro país”, expresó justificando así el masivo despliegue militar estadounidense actualmente en curso en el Caribe.
Según fuentes oficiales, más de 7,000 efectivos, 15 buques de guerra y una decena de aeronaves han sido movilizados en lo que se considera la mayor operación naval estadounidense en la región desde los años 80.
Desde Puerto Rico, donde supervisó las tropas, Hegseth fue enfático: “Esto no es un ejercicio de entrenamiento. Esta es una operación activa para proteger a los estadounidenses de amenazas reales”.
La advertencia se enmarca en un contexto de creciente presión por parte de la administración Trump, que mantiene una recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro, acusado formalmente por narcotráfico en una corte federal de Nueva York.
La portavoz presidencial Karoline Leavitt también se pronunció, reiterando que el gobierno venezolano es “ilegítimo” y que Washington no permitirá que sustancias ilegales sigan cruzando sus fronteras.
Leavitt hizo referencia al reciente incidente del 2 de septiembre, cuando una lancha supuestamente vinculada al Tren de Aragua fue hundida por fuerzas estadounidenses. “Esa embarcación llevaba carga suficiente para matar a miles de ciudadanos”, sostuvo.
Desde Caracas, la respuesta no se hizo esperar. Maduro denunció una campaña de desinformación y agresión por parte de EE.UU., a la que acusa de intentar un “cambio de régimen” encubierto mediante la fuerza.
El gobierno bolivariano anunció el refuerzo de su presencia militar en los estados costeros y rechazó categóricamente las acusaciones.
Con amenazas cruzadas y armamento en alerta, el Caribe se ha convertido en un escenario de altísima tensión internacional, con implicaciones potencialmente graves para la estabilidad regional.
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