La crisis del agua en Cuba, que desde hace meses golpea con más fuerza a la capital, sigue generando indignación en la población. Una residente de La Habana denunció a través del un video los serios problemas con la distribución de pipas de agua, un recurso que debería garantizarse a la población de manera urgente, pero que se ha convertido en un negocio con precios imposibles para la mayoría de los cubanos.
“Si no hay agua en la ciudad, ¿de dónde salen tantas pipas vendiendo agua a precios tan caros?”, "¿si no hay agua para la población de donde sale el agua para abastecer esas pipas?"
cuestionó la señora, reflejando la frustración de miles de familias que pasan semanas sin recibir abasto en sus viviendas.
El testimonio pone en evidencia una contradicción dolorosa: mientras los hogares sufren la escasez, los camiones cisternas circulan ofreciendo el líquido, pero solo para quienes pueden pagar.
Los precios que se manejan por cada pipa de agua son altísimos. Los vecinos tienen que organizarse para reunir “kilo a kilo”, entre varias casas, lo que en la práctica significa que ni siquiera un esfuerzo comunitario garantiza el abasto suficiente.
El salario medio en Cuba, ya insuficiente para cubrir alimentación, transporte o medicamentos, queda completamente desbordado ante esta nueva carga. Incluso quienes reciben ayuda del extranjero enfrentan la dura realidad de que todo en el país está sobrevalorado.
La crisis es total. A la falta de electricidad constante, a la escasez de alimentos básicos y a la inflación descontrolada, ahora se suma el colapso del acceso al agua, un derecho fundamental para la vida. “El cubano ya no tiene para dónde virarse”, se lamentan en redes sociales, asegurando que la situación es insostenible.
Sin agua, sin comida y sin luz, el día a día en Cuba se vuelve una lucha agobiante por la supervivencia.
La pregunta que queda flotando en el aire es la misma que hacen miles: si el pueblo no recibe agua, ¿cómo y de dónde se llenan tantas pipas que después se venden al mejor postor?