En un contexto marcado por el deterioro económico y la escasez crónica de divisas, el Gobierno cubano volvió a apostar por la inversión extranjera como tabla de salvación. Durante la inauguración del Foro de Inversiones de la Feria Internacional de La Habana, el ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Oscar Pérez-Oliva Fraga, anunció un paquete de medidas con las que el régimen busca hacer más atractivo y funcional el marco inversor en la isla. Sin embargo, las reacciones entre expertos y potenciales inversionistas han sido prudentes.
La economía cubana arrastra desde hace años una crisis profunda, agravada por el desplome del turismo tras la pandemia, la falta de liquidez, el endeudamiento externo y la ineficiencia estructural del modelo estatal. A ello se suman los constantes apagones, el deterioro de los servicios públicos y la dependencia casi total de las importaciones de alimentos, combustible y piezas de repuesto para un sistema energético obsoleto.
Ante la urgencia de captar divisas, el Estado ha avanzado en la dolarización parcial de la economía, extendida ya a sectores clave como el comercio minorista, el turismo y la venta de combustibles. En ese escenario, el ministro presentó lo que calificó como una transformación relevante del entorno inversor, con promesas de mayor autonomía financiera, procedimientos más ágiles y una relación “más confiable” con el capital extranjero.
Entre las medidas anunciadas figura la posibilidad de que inversionistas foráneos adquieran y exploten temporalmente industrias e instalaciones estatales subutilizadas, con el compromiso de devolverlas posteriormente al Estado. El objetivo declarado es aumentar la producción nacional, impulsar las exportaciones y reducir importaciones, especialmente en sectores estratégicos como el alimentario y el energético.
Cuba también anunció la apertura de su sector bancario y financiero al capital extranjero, junto con la introducción de nuevos instrumentos de financiamiento. En un país con un alto nivel de deuda y escaso acceso al crédito internacional, La Habana propone esquemas de permutas financieras, mediante los cuales los inversionistas podrían intercambiar pasivos por ingresos futuros en divisas.
Para el economista cubano Omar Everleny Pérez Villanueva, estas medidas van “en la dirección correcta”, sobre todo en lo referente a la simplificación de trámites y la intención de reactivar proyectos estancados. No obstante, advierte que los cambios son insuficientes frente a la magnitud de la crisis y a los obstáculos estructurales que persisten.
Uno de los puntos más cuestionados sigue siendo el control estatal sobre la contratación laboral. Aunque se anunció una flexibilización del mecanismo —permitiendo pagos directos de bonificaciones en divisas— la agencia estatal de empleo se mantiene, un factor que históricamente ha generado desconfianza entre empresas extranjeras.
En definitiva, aunque el Gobierno cubano intenta relanzar su estrategia de captación de inversiones, la falta de reformas profundas, la inseguridad jurídica y el entorno económico adverso siguen siendo frenos significativos. Las promesas de apertura llegan en un momento crítico, pero aún está por verse si lograrán traducirse en inversiones reales y sostenidas.
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