En medio de la temporada más movida del año y vísperas de Noche Buena, el humorista Ulises Toirac decidió adelantarse al “desastre habitual” que, según él, inunda las redes sociales en estas fechas. Antes de que empiece —dice con ironía— “la cagazón de postalitas”, hizo una pausa para compartir un mensaje lleno de sinceridad, humor y un cariño auténtico hacia sus seguidores.
Y, de paso, anunció que cerrará temporalmente su espacio en Facebook para dejar que la euforia navideña pase sin salpicar demasiado.
Toirac, siempre directo y sin filtros, explica que no piensa meterse en debates sobre el origen teosófico de la Navidad, porque en plena era digital cualquier cosa provoca un tsunami de comentarios bíblicos o discusiones interminables.
Según él, ya ni hablar del tema es “seguro”, porque aparece alguien a citarle Deuteronomio 12:30 como si fuera un duelo teológico improvisado.
Pero más allá de polémicas y religiones, recuerda que para los cubanos estas fechas siempre fueron de familia: reuniones según posibilidades, mesas improvisadas y ese “ven” que basta para armar una fiesta.
No quiere tampoco repetir el tan trillado “este será el peor diciembre de la historia”, aunque reconoce que el país vive tiempos dolorosos. Prefiere enfocarse en el espíritu navideño y no en las heridas abiertas.
Con la mezcla de ternura y sarcasmo que lo caracteriza, Toirac confiesa que quisiera abrazar a todos, regalar paz y sentarse a hacer chistes como si estuviera en un escenario donde todos comparten la misma altura, la misma vida, las mismas risas y preocupaciones. Imagina cantar con su gente, dejar que un coro improvisado haga brotar la esperanza que muchos sienten marchita.
Y, por supuesto, no pierde la oportunidad para el remate humorístico: recuerda que casi siempre, después del espectáculo, la gente no lo deja irse y quiere que trabaje más de lo que “le toca”. Concluye con un gesto irreverente, marca registrada de su estilo, antes de sumar un deseo genuino: ¡Felices fiestas!
Toirac deja claro que, incluso en tiempos duros, la Navidad sigue siendo un refugio para el humor, la empatía y ese deseo profundo de sentirse acompañado.
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