El cantautor cubano Amaury Pérez ha encontrado en su página de Facebook una suerte de tribuna desde la cual ejerce, con notable agudeza, el oficio de cronista. Con frecuencia, sus publicaciones se convierten en relatos cargados de humor, nostalgia y, no pocas veces, en punzantes críticas sociales.
Una de sus recientes estampas, titulada “EN LOS 90’s (Estampas cortas 1)”, ofrece una mirada satírica, pero reveladora, a la vida cotidiana durante el llamado “Período Especial” en Cuba. En ese contexto de severa escasez, la carne de res y la langosta —productos considerados “delitos” más que alimentos— se convirtieron en lujos inaccesibles para la mayoría de los cubanos. Matar una vaca sin permiso estatal podía costar años de cárcel, y consumir langosta era privilegio exclusivo de la exportación o el turismo.
En ese ambiente de restricciones y vigilancia, Amaury rememora cómo él y su círculo cercano crearon una red de intercambio clandestino, camuflada en un lenguaje inventado que mezclaba humor, paranoia y resistencia. “Caballeros, llegó el Quisi di Conchi”, avisaba su amiga Concha por teléfono, haciendo referencia a un contrabando de quesos. La respuesta del grupo no se hacía esperar: “¿Istí bini di preci?”, replicaban con una jerga que parodiaba el italiano, barnizada por el miedo a ser descubiertos.
Uno de los momentos más absurdos y cómicos de esta anécdota lo protagonizó Maricusa, otra de sus amigas, al anunciar: “Tengo languis”. Amaury, siguiendo el código, preguntó: “¿A cantis?”, a lo que ella respondió: “A carantis”, es decir, 40 dólares. El cantautor quiso precisar: “¿La cali o la masi?”, en alusión a si se trataba de la cola o la masa de la langosta. La respuesta de Maricusa fue un grito cargado de pánico: “¡La cali, coño, no me hagas hablar más que nos van a jo…er!”
Otra de las historias evoca a “Amatista”, nombre en clave utilizado por El Yaya —el esposo de una amiga— para referirse a un trozo de carne de res escondido en la bañadera. El apodo hacía referencia a la vaca favorita del personaje “El Señorito Malta” en una popular telenovela brasileña, conocida por buena parte de la audiencia cubana de la época.
“Demás está decir que muy pocas veces, mucho menos de las que hubiera querido, pude escuchar los gemidos de Amatista, adquirir el Quisi di Conchi, y las Languis de Maricusa”, concluye Amaury en su texto, entre la ironía, la melancolía y una confesión de supervivencia que, en otras circunstancias, bien podría tener consecuencias legales.
En otra anécdota publicada el pasado 13 de junio, Amaury rescata una escena vivida junto a su madre, la célebre actriz Consuelo Vidal, también durante los años 90. El episodio expone con mordacidad el dogmatismo de algunos funcionarios culturales de la época.
Según cuenta, un burócrata llegó alterado a su casa, con un ejemplar de la revista Billboard en la mano, molesto por un disco recopilatorio de música cubana producido por Warner Bros. que llevaba por título “Dancing with the Enemy”. “¡Qué falta de respeto, usar ese título para nuestra música!”, exclamaba, visiblemente indignado, sin comprender el idioma ni captar la ironía.
Guiada por su hijo, Consuelo le respondió con astucia, apuntando al final de la lista de temas donde se leía “and more”: le dijo que probablemente el listado no estaba tan mal, pues “habían incluido” al legendario Benny Moré.
“¡Coño, Consuelito, es cierto!”, gritó el funcionario al ver la frase “and more”, que confundió con “Moré”, en una evidente muestra de ignorancia.
La actriz, sin perder la oportunidad, cerró la escena con una frase demoledora: “¡Mira que eres idiota, fulanito! And more, no Moré. Mejor te vas de mi casa”. La carcajada, asegura Amaury, fue unánime. El funcionario se retiró humillado, y la revista quedó en manos de quienes sabían leer… y pensar.
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