El amanecer en el ultamarino pueblo de Regla no fue el de siempre. Esta vez no fueron los ruidos de motores ni el bullicio del día lo que marcó el comienzo, sino los murales espontáneos que aparecieron en las paredes, justo en la esquina de Martí y Aranguren, a metros del Poder Popular Municipal.
Las frases pintadas no buscan adornar, sino denunciar: apagones, hambre, represión y una sensación de hartazgo colectivo que ya no se contiene en susurros. El mensaje es claro y contundente: “¿Hasta cuándo?”
Lo ocurrido en Regla es un símbolo poderoso de que el miedo comienza a resquebrajarse. Los vecinos lo saben, y en las redes lo celebran. “Eso es en La Habana que hay corriente y agua... Di tú aquí en Holguín con 15 horas sin corriente y 25 días sin agua”, comenta Yumisleisi Pupo desde el oriente del país, mostrando que la indignación no tiene fronteras provinciales. Desde todas partes de Cuba se suman expresiones de cansancio: “El pueblo está perdiendo el miedo, y era de esperarse”, apunta Lismary Mariño, mientras otro usuario grita con letras mayúsculas: “¡YA ESTAMOS CANSADOS DE ESTE GOBIERNO!”
"La calle habló con pintura contestataria", afirma La Tijera en su publicación. Y no es la primera vez que las paredes se convierten en diarios de la desesperanza. En Santiago, en 2022, aparecieron mensajes similares en las cercanías de la Universidad de Oriente.
En Santa Clara, en 2023, grafitis en las cercanías del hospital "Arnaldo Milián" reclamaban “Luz y comida, no consignas”. Y en el Vedado, a principios de este año, un cartel anónimo decía: “¿Por qué nací en una cárcel?”
"Tenemos más miedo que pintura", comenta con amarga ironía una usuaria, resumiendo el dilema de miles: entre el impulso de gritar y la represión que silencia. Sin embargo, algo ha comenzado a cambiar. Aunque el régimen borre las paredes, ya no puede borrar el hartazgo. Estos murales, más que actos de vandalismo, son actos de resistencia, gritos ahogados que por fin encuentran salida.
Lo que pasó en Regla podría ser el inicio de una nueva etapa. No una explosión violenta, sino una rebelión pintada que se expande desde los muros al corazón del pueblo. Porque en cada cartel hay una verdad que no se puede encubrir: Cuba está cansada, y lo está diciendo con pintura, rabia y coraje.
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