La crisis energética en Cuba ha alcanzado niveles alarmantes este sábado, con pronósticos de apagones que podrían superar los 1.770 MW, lo que marca otro capítulo crítico en una situación que parece no tener fin.
La Unión Eléctrica confirmó que más de 80 centrales de generación distribuida están fuera de servicio por falta de combustible, afectando más de 800 MW de capacidad. A ello se suman 80 MW adicionales fuera por ausencia de aceite en los motores. En total, el país enfrenta un escenario catastrófico donde la electricidad se ha convertido en un lujo inalcanzable para millones.
A las constantes averías en plantas clave —como la unidad 6 de Mariel, que sigue fuera— se suman trabajos de mantenimiento en otras instalaciones esenciales: Santa Cruz, Cienfuegos, Diez de Octubre y Renté. Este panorama deja al sistema eléctrico nacional al borde del colapso, y a los ciudadanos cubanos, en un agotamiento físico y emocional sin precedentes.
"Nos están matando lentamente", denunció Beatriz Morales Llanio en redes sociales, reflejando el sentir de una población que ya no soporta más. Mientras los cortes de electricidad alcanzan hasta 20 horas al día en algunas regiones, la indignación crece, no solo por la falta de energía, sino por la ausencia de explicaciones claras o soluciones reales por parte del gobierno.
"¿Hasta cuándo vamos a vivir así?", se pregunta una habanera, cansada del silencio institucional.
Otros, como Narjara Fernández, ironizan con la idea de que el gobierno prepara al pueblo para un “verano diferente”, en referencia a los interminables apagones que marcarán los meses más calurosos del año. Este sarcasmo contrasta con la rabia de quienes sienten que la situación roza lo inhumano.
"Vivimos como miserables", declaró Luis Alberto Saldaña, mientras Pável Rocha apuntó a las típicas excusas oficiales: el consumo excesivo de la población y el eterno “bloqueo”. Para muchos, estas explicaciones ya no bastan.
Suraynet Fraga fue aún más contundente: "parece que el plan es exterminarnos poco a poco". Maylin Ulloa, desde su barrio sin agua ni luz, advierte que el malestar podría desembocar en un estallido social. Lo cierto es que, mientras el sistema energético cubano se desintegra, también lo hace la paciencia del pueblo.
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