Silvio Rodríguez es, sin dudas, una de los cantautores importantes de Hispanoamerica. Su obra marcó generaciones, cruzó fronteras y sirvió de banda sonora a muchos sueños, luchas y desvelos.
Desde los años setenta, su poesía melódica y su guitarra han tocado fibras profundas en el alma de América Latina y más allá. No se puede hablar de trova sin mencionar su nombre, ni se puede entender una parte de la historia cultural cubana sin reconocer su influencia.
Que guste más o menos ya es cosa de gustos, pero que es un referente, es indiscutible.
Ahora bien, de ahí a decir que es “el más grande cantautor de habla hispana de todos los tiempos”, como publicó entusiastamente una ciberclaria camagüeyana en su Facebook, hay un trecho tan largo como un apagón en agosto. No porque Silvio no sea enorme, sino porque ese Olimpo tiene más de un trono ocupado.
"¿Y qué hacemos con Joan Manuel Serrat, por ejemplo?" nos dice Orestes Reyno Amer, quien promueve esta reflexión.
"Con su lírica impecable, su influencia en varias generaciones y su capacidad para cantar tanto en catalán como en castellano sin perder profundidad ni autenticidad. ¿O con Sabina, el cronista urbano con voz rasgada, que ha narrado los excesos, las derrotas y los amores con una pluma que sangra ironía? ¿Y Juan Gabriel, que llenó estadios, rompió esquemas y dejó un catálogo musical que es puro sentimiento popular?
"Incluso el propio Pablo Milanés, compañero de ruta de Silvio, merecería estar en esa discusión sin que lo minimicen con la bandera del fanatismo. Decir que uno solo es “el más grande” invalida injustamente a los demás y, peor aún, desvirtúa al propio Silvio, quien jamás se autoproclamó por encima de nadie.
"Porque en la ciberclarea, ya se sabe: la realidad no importa tanto como el volumen de la consigna. Y si hay que inflar globos para que parezcan satélites, se hace. Aunque luego exploten al primer contacto con el sentido común".