Un mensaje publicado en redes sociales y ampliamente compartido por la comunidad cubana ha reavivado el debate sobre una de las decisiones más complejas del exilio: regresar o no a vivir a Cuba después de emigrar. Las palabras de un cubano residente en Estados Unidos, difundidas por el perfil de Facebook de Ultima Hora, han generado fuertes reacciones por su tono directo y por reflejar un sentimiento común entre quienes decidieron no volver.
“¿Cuál es la necesidad de los cubanos que regresan a Cuba? ¿A restregarnos que están bien allá?”, cuestiona el autor del mensaje, quien critica lo que considera una actitud de ostentación de algunos emigrados que regresan temporal o definitivamente a la isla mostrando logros materiales: un carro, una casa arreglada, algo de dinero o celebraciones como un puerco asado en fin de año. Para él, ese regreso no representa una victoria, sino un retorno al punto de partida.
El cubano recuerda que muchas de esas personas salieron del país precisamente porque no tenían nada, y que los pequeños logros alcanzados en el extranjero no cambian la realidad estructural de Cuba. “Eso no va a cambiar nada, caballero”, afirma, subrayando que incluso antes de las grandes oleadas migratorias ya existían personas con dinero y comodidades dentro de la isla, y aun así, muchos de ellos terminaron emigrando.
Este testimonio pone sobre la mesa una profunda división dentro de la diáspora cubana. Por un lado, están quienes deciden regresar a vivir a Cuba, movidos por razones familiares, culturales, emocionales o económicas. Algunos aseguran que, con ahorros logrados en el exterior, pueden vivir “mejor que el promedio” dentro del país, especialmente si poseen vivienda propia o reciben remesas constantes. Para otros, el regreso representa una forma de escapar del estrés, la soledad o la inseguridad migratoria que enfrentan en Estados Unidos.
Sin embargo, un amplio sector del exilio considera el retorno como una opción inviable o incluso impensable. Señalan que regresar significa volver a la escasez crónica, los apagones prolongados, la falta de servicios básicos, la suciedad, el deterioro urbano y el abandono institucional. A ello se suma la ausencia de oportunidades reales de progreso y la falta de libertades, factores que impulsaron su salida inicial.
En contraste, la vida en Estados Unidos tampoco está exenta de dificultades. Muchos cubanos viven bajo el temor constante a las redadas de ICE, la posibilidad de deportación, procesos migratorios inciertos y una presión económica elevada. La persecución migratoria, la separación familiar y la inestabilidad legal llevan a algunos a replantearse su permanencia, incluso si las condiciones materiales son mejores que en Cuba.
El mensaje concluye con una frase contundente: “Regresar a Cuba no es la opción”. Para su autor, volver no resuelve los problemas de fondo ni personales ni colectivos. Su reflexión no solo critica la ostentación, sino que expone una herida abierta en el exilio cubano: la lucha entre sobrevivir en un sistema "diferente" fuera del país o resignarse a una realidad marcada por la escasez, la represión... dentro de la isla.
Las reacciones al mensaje muestran que el tema sigue siendo profundamente sensible. Más que una discusión sobre dinero o bienes materiales, el debate revela una fractura emocional y generacional, donde cada decisión —irse, quedarse o regresar— está cargada de miedo, orgullo, dolor y esperanza.
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