La confesión de Melanie Santiler, conocida como La Mami Fina, ha encendido un debate que llevaba tiempo cocinándose en silencio: ¿hasta dónde puede llegar un artista en Cuba sin molestar a los que mandan? Su canción Buen Provecho —popular, pegajosa y convertida casi en un himno callejero— incluyó un verso que señala directamente el hambre que sufre el cubano de a pie.
Algo tan simple, tan real y tan cotidiano ha bastado para que la artista termine enfrentando presiones, advertencias y conflictos que dejan claro que en Cuba no se censura solo la política, sino también la verdad.
Lo que Melanie reveló no sorprende a nadie que conozca la realidad cubana, pero sí desnuda, una vez más, la fragilidad del sistema frente a cualquier expresión que refleje lo que ellos pretenden ocultar. El hambre, la miseria y la escasez forman parte diaria de la vida del ciudadano, pero mencionarlo en una canción se convierte en “problema”. La Mami Fina, que canta en fiestas privadas, discotecas, centros nocturnos y espacios públicos en La Habana, confirmó algo que el pueblo lleva décadas sufriendo: decir la verdad es más peligroso que vivirla.
Los comentarios en redes lo reflejan. Mientras unos se sorprenden de que la artista haya recibido presiones —porque “ella canta en todos lados”— otros recuerdan que en Cuba ya no se puede decir ni que la gente tiene sed. Todo se convierte en una ofensa, en un riesgo, en una amenaza para un sistema que teme hasta una rima que señale el caos que ellos mismos crearon. Y sí, también están quienes preguntan quién es ella, porque la censura funciona así: permite que el artista exista, pero intenta borrar la parte de su obra que más duele al poder.
La historia de Melanie es la de muchos: músicos urbanos, trovadores, comediantes, periodistas y figuras públicas que son presionados apenas tocan una fibra sensible del discurso oficial. La diferencia está en que algunos callan para sobrevivir, pero otros, como ella, eligen hablar, aunque sea con cautela. Porque cuando lo que se vive duele tanto, el silencio se convierte en una forma de complicidad.
Lo que esta polémica demuestra es sencillo: el hambre en Cuba no solo se sufre, también se prohíbe nombrar. Y cuando una canción se vuelve más honesta que todo un sistema, entonces queda claro quién tiene realmente miedo.
Fuente: Periódico Cubano