Alían Méndez Aguilar, un joven cubano de 28 años que residía en North Miami, fue deportado el pasado 24 de abril, a pesar de no tener antecedentes penales ni haber cometido delito alguno. Su expulsión de Estados Unidos ha generado indignación, ya que ha sido abruptamente separado de su esposa, su hija de tres años y del hijo mayor de su pareja, un menor con una discapacidad física y mental severa, del que también se hacía cargo.
Méndez llegó a EE.UU. huyendo del autoritarismo en Cuba, con la esperanza de comenzar una nueva vida. Solicitó asilo político, pero su petición fue rechazada. En 2020 se le emitió una orden de deportación que no fue ejecutada en su momento porque Cuba se negó a recibirlo. En virtud de la ley, si después de 90 días no se concreta la repatriación, el migrante puede ser liberado bajo supervisión, como ocurrió en su caso.
Durante cinco años construyó una vida estable, formó una familia, trabajó y nunca tuvo conflictos legales. Sin embargo, su repentina deportación desestabilizó por completo su núcleo familiar. Su esposa e hija lograron viajar a Cuba tras su expulsión para pasar unos días con él, pero tuvieron que regresar rápidamente a Florida debido a la delicada condición del hijo mayor, que necesita cuidados constantes.
Ahora, desde Cuba, Méndez enfrenta un futuro incierto y clama por ayuda. En un video compartido por el periodista de Univisión Javier Díaz, imploró orientación legal para regresar con su familia: “Necesito asesoramiento, qué debo hacer. Me han dicho que necesito dos perdones, uno por la deportación y otro por el tiempo ilegal que viví en Estados Unidos”.
Su caso pone rostro humano a las frías estadísticas migratorias. Como él, miles de migrantes cubanos enfrentan un sistema de asilo estadounidense cada vez más estricto, que requiere pruebas individualizadas de persecución, algo difícil de demostrar para quienes huyen de un régimen represivo pero sin evidencia directa.
Además, la reanudación de las deportaciones a Cuba, tras años de inactividad diplomática, ha provocado que muchas familias vivan en incertidumbre constante. Cada vuelo de repatriación implica una nueva separación traumática.
Hoy, Alían Méndez no solo lucha contra la distancia, sino contra un sistema legal complejo y una política migratoria cambiante. Su historia recuerda que detrás de cada expediente hay una vida rota, un hogar desmembrado y un ser humano que solo anhela la oportunidad de vivir con dignidad y junto a los suyos.
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