Las redes sociales y en especial Facebook se han convertido en un espacio donde miles de personas exponen historias humanas, desgarradoras y muchas veces ignoradas por los medios tradicionales.
Un ejemplo reciente y conmovedor es el del doctor cubano César Pérez, quien recurrió a la plataforma para visibilizar la situación crítica de su hermano Carlos, quien padece un carcinoma agresivo en la lengua.
Según relata el propio médico, su hermano está en una etapa avanzada de la enfermedad, su madre sufre demencia, y él es el único que cuida de ambos mientras intenta ejercer su profesión. Ante la desesperación y la falta de respuesta institucional, su único recurso ha sido pedir apoyo para que el caso se difunda y, con suerte, llegue la ayuda que tanto necesita.
No es el único. Casos como este se multiplican día tras día en Facebook. Recientemente se viralizó el caso de María Isabel, una madre en Santiago de Cuba que pidió ayuda para su hija con parálisis cerebral. No podía costear una silla de ruedas especial y, gracias a una publicación en facebook compartida cientos de veces, logró recibir una desde Miami enviada por una fundación solidaria.
Otro caso fue el de Rogelio, un anciano en Matanzas que vive solo y sin recursos. Una vecina compartió un video donde se le veía cocinando con leña en condiciones precarias. La publicación recibió tanto apoyo que varias personas se organizaron para ayudarle con alimentos, electrodomésticos y asistencia médica.
También se conoció el testimonio de Camila, una joven de La Habana que sufre de lupus y su medicina había desaparecido de las farmacias. Su familia pidió ayuda pública y gracias a una cadena de solidaridad por redes sociales, consiguió que un emigrado cubano en España le hiciera llegar el medicamento.
La visibilidad es clave. Lo que antes quedaba en el anonimato de una comunidad cerrada, hoy puede alcanzar millones de personas si se comparte en el momento justo.
Detrás de cada publicación como la del doctor Pérez, hay un grito desesperado, una petición de auxilio que nos recuerda lo frágiles que somos y lo poderosa que puede ser una simple acción como compartir.
Este tipo de historias no solo humanizan las redes sociales, sino que también demuestran su valor cuando se utilizan con un propósito. Dar visibilidad es un acto pequeño pero poderoso. Puede ser la diferencia entre la esperanza y el olvido. El clamor es único: ¡ Por amor de Dios, ayúdalo aunque sea compartiendo!
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