La violencia en Haití sigue empeorando, especialmente en la capital, Puerto Príncipe, donde bandas armadas controlan más del 80% de la ciudad, sumiendo al país en una crisis humanitaria de proporciones alarmantes. Durante la semana del 11 de noviembre, los enfrentamientos entre pandillas y fuerzas de seguridad dejaron al menos 150 muertos, 92 heridos y 20,000 personas desplazadas. Con estas nuevas cifras, el número de víctimas mortales en Haití en lo que va de año supera las 4,500 personas.
Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, advirtió que esta situación es un "presagio de lo peor que está por venir". Puerto Príncipe, que alberga a más de 4 millones de habitantes, se encuentra virtualmente sitiada, ya que las pandillas controlan las principales vías de acceso y salida. La alianza de grupos criminales conocida como "Viv Ansanm" (Vivir Juntos) ha aumentado su poder desde febrero y, ahora, desafían incluso la presencia de la fuerza internacional liderada por Kenia, cuya misión es apoyar a la policía local para restaurar el orden.
El informe de la ONU revela una situación de violencia constante, con un incremento de los linchamientos colectivos. El 55% de las muertes ocurrieron durante enfrentamientos directos entre pandilleros y agentes de la ley, mientras que las autoridades también informaron sobre la ejecución de 28 pandilleros durante una operación conjunta con civiles de autodefensa. Este fenómeno de linchamientos recuerda las escenas de violencia del año pasado, cuando residentes de la capital tomaron la justicia por sus manos acusando a varios individuos de pertenecer a bandas criminales.
Más de 20,000 personas han huido de Puerto Príncipe en los últimos días, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Actualmente, más de 17,000 desplazados se encuentran en 15 campamentos improvisados, donde el acceso a ayuda humanitaria es extremadamente limitado. Grégoire Goodstein, jefe de la OIM en Haití, advirtió que el aislamiento de la capital está empeorando la situación, exacerbada por la escasez de alimentos, agua y suministros médicos. La interrupción de las cadenas de suministro esenciales y la imposibilidad de acceder a los puertos y aeropuertos han dejado a la ciudad en un estado crítico.
Además de las dificultades logísticas, los tiroteos selectivos contra aviones comerciales y el control de las carreteras por parte de grupos armados están dificultando el trabajo de los equipos de ayuda humanitaria. Según la OIM, las operaciones de asistencia han recibido solo el 42% de los fondos necesarios para hacer frente a la emergencia, lo que pone en riesgo la capacidad de respuesta a la crisis.
En medio del caos, el empresario Alix Didier Fils-Aimé asumió el sábado pasado como nuevo jefe de Gobierno de Haití. En su primer discurso, destacó que el país no tiene tiempo para la espera ni para observaciones, ya que cada día perdido agrava la situación de la población. Fils-Aimé subrayó que una de sus principales prioridades será organizar elecciones inclusivas y transparentes, un paso necesario para restaurar la gobernabilidad en el país. Además, destacó que su administración se enfocará en el restablecimiento de la seguridad, la atención de la crisis humanitaria y la reactivación económica, puntos cruciales para superar la crisis actual.
La situación en Haití es cada vez más desesperante. Las bandas armadas continúan ampliando su control territorial, la violencia aumenta cada día y la comunidad internacional enfrenta desafíos significativos para brindar ayuda a las víctimas de la crisis. Mientras tanto, el pueblo haitiano sigue luchando por sobrevivir en un contexto marcado por la inseguridad, la escasez y la incertidumbre.
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