La Habana enfrenta nuevamente una noche marcada por la incertidumbre; no bastan ya los apagones anunciados; ahora sumen los imprevistos que multiplican ira y la frustración ciudadanas.
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La Empresa Eléctrica de la capital anunció que no podrá cumplir con la programación establecida debido a la “baja disponibilidad de generación”, una explicación repetida tantas veces que ya no sorprende a nadie. La información, compartida por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, refleja la realidad de un sistema eléctrico colapsado donde la palabra “emergencia” se ha vuelto permanente.
Los residentes, acostumbrados a encender velas o alumbrarse con sus teléfonos móviles, saben que los apagones ya no tienen horario ni patrón. Los bloques afectados cambian constantemente y la duración de cada corte depende de lo que el Sistema Eléctrico Nacional pueda sostener. Para muchos, la recomendación oficial de “mantenerse informados” llamando al 18888 es un chiste de mal gusto, pues los usuarios aseguran que el servicio rara vez responde. Esto deja a la población sin guía, sin cronograma y sin explicación.
Las consecuencias de estos cortes continuos son devastadoras, especialmente en hogares donde viven ancianos, niños o personas enfermas. Los alimentos se echan a perder, los electrodomésticos se averían, los trabajadores por cuenta propia ven afectadas sus labores y la calidad del sueño se deteriora en un país donde el calor, los mosquitos y el ruido de las plantas eléctricas privadas se combinan para hacer las noches interminables. Las redes sociales se han convertido en el único espacio donde la gente puede expresar su frustración y compartir información real sobre lo que está ocurriendo.
En la publicación de Yosmany, los comentarios de los ciudadanos resumen un sentimiento colectivo de agotamiento y desesperanza. “Es un asco este país, aquí no hay quien viva ya, todo es una historia mal contada”, escribió una usuaria indignada, reflejando la rabia de quienes sienten que la crisis eléctrica es solo un síntoma más de un sistema que no funciona. Otra lectora agregó: “18888 no sirve para nada. Nunca atienden. Los apagones en Cuba son lo más normal del mundo, siempre estamos en las mismas”. Son voces que condensan años de resignación acumulada, mezclada con el enojo de una población que ya no cree en promesas de reparación, mantenimiento o mejoras.
Mientras la luz se va sin aviso y regresa solo para volver a irse, lo único constante es la certeza de que la paciencia del pueblo cubano se desgasta más rápido que su propio sistema eléctrico.