La historia de Gladys y Telma, una pareja de lesbianas que viven en Camagüey, Cuba, ha sido recogida por la prensa oficialista de este territorio que las define como dos ‘gladiadoras’.
Ambas, dicen, “aprendieron, a golpes, a tropiezos, que ser mujer no es ostentar sensibilidad ni ternura, ni mantener bonitas las uñas o el pelo, ni cocinar sabroso, ni querer ser madre, ni encontrar en un hombre o en muchos la pasión. Ser mujer puede ser todo eso, o algo de eso. O nada”.
“Hasta estuve casada con un amigo gay en un pacto que rompimos. Nos decidimos por la felicidad. Costó, pero la gente que me quiere entendió, sin que yo diera muchas explicaciones”, dice Gladys.
“Una tiene lo que lucha”, agrega.
“Nos vamos a casar”. “A ella le preguntaron quién quería hacer una boda simbólica, oficiada por la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Cuba, y se brindó sin consultarme; no por desoír mi opinión, sino porque hemos soñado tanto el matrimonio… La ceremonia me sorprendió. Pensé en algo pequeño, pero vivimos un momento tan bonito que hubiera querido invitar a más personas, ni siquiera traje a mis padres”, dice Telma.
“… porque desde la Constitución siento que sí, que vienen más derechos para las personas, las familias como las de nosotras”, agregó.
“Nos han preguntado muchas veces cuál es la mujer entre las dos. Somos dos mujeres”, afirma Gladys.
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